Esta semana se conmemoró el día mundial del hábitat una oportunidad para reflexionar. El lema de este año llama a “Involucrar a los jóvenes para crear un futuro urbano mejor” y tiene que ver con la necesidad de contar con la participación activa de los jóvenes en la configuración de ciudades y comunidades sostenibles.
Este planteo de la ONU está asociado a la creciente urbanización de la población mundial, cosa que en Uruguay ya se dio en el siglo pasado con resultados que dejan mucho que desear, en especial porque el proceso de urbanización se hizo y muchas veces se sigue haciendo con exclusión. Desde los viejos arrabales de los que hablan los tangos, que se originaban por la presencia de inmigrantes extranjeros, luego los cantegriles con expulsados primeros del medio rural y en las últimas décadas de las ciudades.
Los países y regiones que viven esos procesos deben buscar que los resultados no sean los mismos. Quienes los tuvimos debemos cambiar la situación; generar condiciones para que no siga ocurriendo y enmendar lo anterior.
El hábitat se entiende como el lugar donde se desarrolla el habitar, pero es más que medio físico, en una sociedad humana es soporte y condición de desarrollo y por tanto una cultura que abarca las formas relacionales de producción y reproducción económica y social y la relación con su medio físico, la forma de habitarlo de una sociedad le da significado.
Un Estado de una sociedad que pretenda ser igualitaria debe generar las condiciones para que las formas de habitar sean contenidas y generadoras de un hábitat en el que pueda desarrollarse. A veces escuchamos usar a hábitat como sinónimo de vivienda, pero cuando las políticas son únicamente de vivienda nos quedamos muy cortos.
Es imprescindible e impostergable atender la problemática de vivienda, que como mandata la Constitución es un derecho y hace necesario ajustar y acelerar la política de vivienda que debe ser complementada por la incorporación de otros servicios de calidad, algunos de ellos asociados a las infraestructuras duras, pero otros vinculados a cuestiones más blandas, como el acceso de cercanía a educación, salud, cultura, deporte, ocio e incluso trabajo o lugares adecuados para el encuentro de los vecinos.
Será necesario invertir en espacios que alberguen esas actividades, pero también organizar su uso y cuidado. Por ejemplo: organizar la promoción de deporte comunitario con profesores y animadores en plazas y gimnasios (atendiendo su mantenimiento, limpieza y mejoras); usar infraestructura ociosa, como las escuelas fuera de horario de clases para generar actividades culturales o sociales, como talleres de arte o albergar las reuniones de Comisiones Vecinales y cooperativas de viviendas.
Hay que garantizar el derecho a la ciudad y al ser parte del proceso de generación de ciudad a los jóvenes porque son de los sectores más pobres de la población y no cuentan con oportunidades para acceder, pero también para alterar la realidad, en lo que hace a la pobreza, la desigualdad y la incidencia que tendrá sobre la vida urbana el cambio climático.
La única forma de transformar la realidad es mediante la planificación detrás de objetivos claros y consensuados en procesos participativos locales.
Es urgente que empoderemos a los jóvenes y los incluyamos en los procesos de toma de decisiones.
Tenemos que aprovechar su perspectiva, creatividad y energía para consolidar hábitats más inclusivos y resilientes y trabajar hacia un desarrollo más sostenible y equitativo, garantizando un futuro mejor para toda nuestra comunidad.
Como dijo António Guterres: “Como dejó claro la Cumbre del Futuro el mes pasado, la juventud es decisiva en la construcción de un futuro más equitativo y sostenible. (…) [Apoyemos] a la juventud de todas partes del mundo, incluyéndola en las decisiones y construyendo ciudades donde pueda prosperar la gente de todas las edades.”
Queremos a las y los jóvenes incidiendo en las políticas de hábitat, incluidas las de vivienda que deberán tener programas específicos destinados a ellos.
Rogelio Texeira