Se cumple hoy un año más de la muerte de Altamides Jardim, el poeta que si bien nació en el departamento de Artigas (el 24 de diciembre de 1903) es, a todas luces, un poeta salteño. Autor de dos libros, «Cielo y raíz» (1937) y «Corazón molinero» (1987), Altamides falleció el 19 de febrero de 1995. Dos años después, Leonardo Garet reunió y comentó su obra en el libro «Altamides Jardim – Poesías Completas» (Ediciones Casa de Nuna, Salto, 1997).
Aquel día de febrero del 95, el mismo Garet, en el Cementerio Central, con estas palabras despedía al poeta, que también había sido su profesor: “Es como alumno, colega y amigo que digo estas palabras. Estamos aquí para testimoniar lo que significa Altamides Jardim. Los buques insignia indicaban con su presencia y sus señales, el camino y sus peligros a otros buques y a los navegantes. Altamides fue un hombre insignia que alertó toda vez que estuvo en peligro la dignidad del hombre. Tuvo dos estrellas que lo guiaron: la poesía y la docencia, entendidas ambas como las dos más altas maneras de luchar contra la alienación y de construir un ser trascendente. Un hombre insignia que desarrolló una larga travesía, pero que al final no llegó derrotado, no naufragó, ni encalló en acantilados. Todo su valioso cargamento ha llegado entero a nosotros. Está formado de las cosas que nos enriquecen. Nuestro deber es hacernos dignos de él”.
Allí también, en momentos del sepelio, Arturo Arruabarrena recitaba su poema “A Altamides”:
Te fuiste
por el indestructible camino
de lo imperecedero.
Tu figura enjuta
ligada a la tierra
cual raigones
de abigarrada enjundia
y caprichosas formas
o las sarmentosas vides
por ti descriptas
en magistrales versos.
Poesía, poesía.
Tu vida toda
tiene esa aureola
de digna Gente,
humilde y austera.
Gente.
Dignidad de tus ideas
humildad en tu postura
austeridad tu figura.
¡uerte tuviste!,
querido poeta
hermano,
profesor,
hombre, compañero.
Porque a pesar
De opacos trinos
en tu vida signada por la luz,
exultaste agudo,
en tus poemas
erudito verbo
mas también tu amor:
por la hermosa patria
donde naciste
por tu terruño
al que bebiste
y por la presencia siempre señera
de tu linda y abnegada compañera.
Te fuiste,
quedándote,
por el indestructible camino
de lo imperecedero.
Y días después el profesor José Luis Guarino daba a conocer estos versos:
ALTAMIDES
(Y la carne se hizo verbo)
Altamides
tu palabra vencedora de crepúsculos
tiene un no sé qué de ave sin tiempo
que vuela por el vuelo mismo
más allá del grito de la carne
también tiene un no sé qué de río
que viaja por el viaje mismo
y entrega en dádiva
su botín de cielos
y arrastra el dolor que encuentra
para su solidario remanso
y aún camina donde se apagan los ojos
¿y el hombre?
el hombre en el desgaste de la lucha
nutre su propia victoria
perecen las nubes y la voz del viento
Altamides
palabra en el vuelo del río
hizo raíz en el tiempo.