Blanquita

Blanquita

Por el Prof. Jorge Pignataro

Es un tema del que se habló mucho en los últimos días. Es un tema que tiene a Salto como centro de atención del país. Es el “caso Blanquita Filippini”. En días en que, a raíz de la trágica muerte del “Morro” García, tanto se habla de suicidios, lo de Blanquita es todo lo contrario: es un canto a la vida desde la valentía y el tesón de una adolescente y una familia.
Pero vayamos al caso en sí. ASSE decidió pagarle a Blanquita cierta suma dinero, que significa de alguna manera decirle a ella y su familia: les damos esta plata porque reconocemos que actuamos mal.
Blanca Gladys Filippini Lafuente, es aquella niña que hace 12 años, varias veces concurrió junto a sus padres a la emergencia del Hospital Regional Salto por fuertes dolores abdominales y alta fiebre, siendo en cada una de esas ocasiones enviada nuevamente a su domicilio con el argumento de que su malestar era algo pasajero. Sin embargo, era una apendicitis que, conforme transcurrían las horas, avanzó hasta convertirse en una peritonitis muy complicada de tratar. Este cuadro llevó a una infección generalizada que derivó, nada menos, en que a la niña -de 3 años de edad-, se le debiera amputar sus piernas a la altura de las rodillas, así como el brazo izquierdo a la altura del codo y algunos dedos de la mano derecha.
¿Podrá alguien de todos los que hablan –hablamos- del caso, entender y explicar tanto dolor? Dolor en la familia, en el entorno y sobre todo en ella, en esa niña, hoy adolescente que acaba de celebrar sus quince primaveras, a la que se le debió amputar partes del cuerpo. Es que las amputaciones fueron la única alternativa tras los errores médicos, entiéndase: la indiferencia de algunos médicos, la negligencia de algunos médicos.
¡Cuánto dolor para quien no pudo jugar, correr, andar en bicicleta y tantas otras cosas que hacen al disfrute de una infancia en plenitud! Es decir que le amputaron partes del cuerpo pero también de la vida que mereció vivir.
Por supuesto que no hay dinero en el mundo que pueda compensar la situación antes descripta. Pero es claro que dentro de ese panorama, debemos alegrarnos por el fin que tuvo el caso. Y es claro que corresponde felicitar públicamente al Dr. Pablo Perna, abogado, por el trabajo que en tantos años, en tantas idas y venidas llevó adelante en busca del bien de la niña y la familia. Claro es también que, en definitiva, nos alegramos que el Estado haya reconocido su error, y que deseamos que Blanquita y su familia puedan dar un buen uso a ese dinero.
Pero también hay que decir que son muchas las cosas que parecen no “cerrar”, al menos para quien escribe estas líneas. Entonces cabe preguntar y preguntarse: ¿Es verdad que tuvo que cambiar el gobierno de este país para que el caso se resolviera? ¿Es cierto que tuvo que llegar a la presidencia un hombre llamado Luis Lacalle Pou para que, otras jerarquías mediante, ASSE resolviera pagar y dar por terminado el caso? De ser así, no parece acertado alegrarse por “el buen Presidente que tenemos”, como han dicho algunos; más bien lo acertado sería preocuparse –u ocuparse- por tener una Justicia cuya independencia respecto al gobierno de turno deja mucho que desear.
Por otra parte, los médicos que cometieron esos tremendos errores en no tratar a la niña debidamente y a tiempo, ¿Cuántos son? ¿Quiénes son? ¿Qué pasará con ellos? ¿Ahora qué están haciendo? ¿Qué estuvieron haciendo estos doce años? ¿Siguieron atendiendo niños que quizás llegaban con dolores abdominales? Y además: ¿Qué dirá ahora aquella Ministra de Salud que tuvimos alguna vez, Ma. Julia Muñoz, que destrató a la familia de Blanquita y acusó a su padre, Omar Filippini, de querer “hacer plata a costa de la desgracia de la hija”? O sea, que acusó de semejante bajeza y ordinariez a un padre que prácticamente solo, él solo contra un Estado, estaba dejando la vida en la lucha por mejorar a su hija. ¿Qué dirá ahora que la Justicia demostró que ese padre tenía razón? ¿Habrá dejado de creer en la Justicia?
En fin, Blanquita en unos días empezará a cursar el Bachillerato. Ella quiere ser abogada; lo logrará o no, el tiempo dirá. Pero que en esto no haya presiones, porque ya tuvo muchas a lo largo de sus quince años. Si lo logra, bien; y si no, no importa. Ha logrado –y seguro seguirá logrando- cosas más importantes que un título universitario.
Si habrá cosas más importantes que un título universitario; hay quienes teniéndolo, le amputaron parte de la vida a una niña.

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