En la jornada del miércoles 19 de junio, falleció a los 78 años el arquitecto Ivón Roque Grilli Castilla.
Fue fundador y presidente de la Comisión Directiva de la Asociación de Amigos de Las Nubes.
Desde Radio Libertadores, vaya nuestro saludo a familiares y amigos.
Compartimos las dos columnas escritas para nuestra sección de Remembranzas sobre italianos en Salto:
Italianos en Salto (Por el Arq. Ivón Grilli Castilla)
Una de las vertientes demográficas de inmigrantes en la población salteña.
INTRODUCCIÓN
El siglo XIX estuvo marcado por la independencia territorial de la casi totalidad de los estados del continente americano, iniciados a partir del siglo XV por parte de los conquistadores, como colonias europeas. Se trató del período durante el cual se produce la gran transformación institucional dentro del mapa político del “Nuevo Mundo”, realizándose en el mismo un cambio cromático importante. El continente pasará de ser reducto europeo a la supuesta vida independiente y autónoma, donde cada país involucrado se percibirá protagonista en la determinación de su propio destino y donde sus habitantes tendrán promesas de vida libre, dejando atrás la anterior categoría de colonia.
En este sentido existen dos hechos que resultan mucho más notorios en todo el proceso de la historia real, que son imposibles de soslayar y que tienen que ver con la legitimidad de las acciones emprendidas por la cultura occidental.
Por un lado se trata del grado de derecho que asumen los invasores para justificar el desplazamiento y sometimiento de los numerosos estados originales, nativos del continente, consolidados en su medio y en equilibrio dentro de estas tierras, con cultura propia, en algunos aspectos superiores a las del grupo de etnia blanca intrusa. En segundo lugar se desconoce la autoridad que provee la facultad de desarraigar, transportar e implantar a la fuerza a miles de africanos afincados en sus territorios propios desde tiempos prehistóricos, para transformarlos en mano de obra esclava, degradándolos so pretexto de una construcción ficticia y de control.
Un análisis sobre los hechos consumados hace ya tiempo, apareja una complejidad difícil de solucionar, por lo que se volverá sobre este tema más adelante cuando se haya comprendido el complicado desarrollo de la comunidad inmigrante, apuntalado por su historia propia.
Puede ser que no se comprenda el alcance de esta serie compleja de transformaciones operadas en el mundo occidental dentro del espíritu de cada persona integrada al colectivo -no obstante ello- sí se entiende lo que desde el punto de vista corporativo este panorama significó como transformación en el futuro juego político de las naciones en formación.
El debilitamiento del poder de la corona española -en parte como causa de la invasión napoleónica sobre la península ibérica- fue permitiendo a los movimientos emancipadores de los pueblos de las colonias, en los 4 virreinatos de norte y sud-américa, transformarse y obtener la autonomía propia.
Algo similar se produce con la conquista y colonización portuguesa y el Brasil.
Ante este acontecimiento significativo del cambio operado y su consecuencia en el orden socioeconómico de la población, se destaca el proceso demográfico aluvional que tuvo como resultado la gran migración.
LOS CAMBIOS DE LA TECNOLOGÍA
Se debe considerar que además de esta realidad de carácter político del nuevo mundo, el siglo XIX fue el testigo de otro fenómeno considerable: la Revolución Industrial, la importante transformación de la naturaleza de la técnica y la maquinización en favor de la prosperidad económica.
Junto a ella irrumpe en la escena europea un elemento detonante fundamental en el panorama del avance del transporte y las comunicaciones humanas, tanto terrestres como marítimas y fluviales: la caldera de vapor.
Este nuevo puntal tecnológico originado a partir de la ciencia, fuente de energía motriz autónoma y producto de la inventiva humana, posibilitó el gran desafío a los viajes de ultramar y facilitó los grandes desplazamientos de personas y cargas a través de los continentes en desmedro de los anteriores buques impulsados por el viento. Si bien ambos sistemas de propulsión convivieron durante un período regular, los “vapores” -así llamados- fueron a partir del 1860 los principales responsables del traslado de muchedumbres de inmigrantes que se movilizaron por el Atlántico desde una agotada Europa hacia la América atractiva, en crecimiento y supuestamente floreciente.
Semejante trasvasado poblacional operado durante este período no tiene precedentes y puesto en mayor o menor grado al alcance de las clases populares, la posibilidad de habitar en un sitio diferente significó en el colectivo generacional europeo un estímulo a la aventura.
En el siglo XIX ya no se trataba de un viaje a lo inexplorado, a la incierta beligerancia de la época de los conquistadores, sino a un cambio con expectativas de mejoramiento, pasar de un mundo a otro ubicado en un plano diferente, a la tierra que prometía -en la fantasía popular europea- el universo “dorado” del tesoro y de la abundancia.
Se trataba del presente real, promisorio de vida plena: “l’américa”.
Existe otro factor a considerar para comprender mejor el fenómeno de la emigración. En 1807 el parlamento británico impuso la abolición del comercio de esclavos de su reino, y si bien los países esclavistas continuaron con esta práctica siniestra, la marina inglesa se transformó en custodia del nuevo principio, con lo cual desde entonces en más, los capitanes de ultramar y sus compañías serían los responsables, por las personas y las cargas transportadas en sus naves. El desplazamiento de cada pasajero debía justificarse plenamente ante la sospecha de cualquier tipo de tráfico inaceptado por los países adherentes al nuevo principio humanitario. Quienes no hacían ese viaje por motivos de curiosidad turística precisamente, sino más bien obligados por una cuasi expulsión de los territorios de origen, no negaban su libre decisión ante este acto de expatriación voluntaria. La realidad en casi todos los casos se trataba de una última medida de supervivencia.
El concepto occidentalista involucrado en el nuevo mundo, durante el siglo XIX percibía al continente en cuestión, aún los apartados territorios de américa del sur, mucho más cercanos y accesibles que en la época del conquistador y el objeto de su poblamiento incluía necesariamente una voluntad de afincamiento mejor apropiada a la vida del inmigrante y a la aceptación de su desarraigo y reimplantación.
En el caso de los dominios al este del río Uruguay (la banda oriental) ya habían dejado de ser “las tierras de ningún provecho”, como las denominaba la conquista. La ganadería le había agregado en esos tiempos un valor suplementario y aunque no existían en ellas ni tesoros o riquezas para apropiarse de las culturas autóctonas, ni minas de metales preciosos como en el Potosí, existía en cambio, un cúmulo de potencialidades en su corteza feraz, rica en agua, nutrientes, sol, energía, y todo un orden en estado virgen dispuesto a recibir gentes de trabajo, mano de obra y esfuerzo personal, para transformar en bienes de confort a quienes estuvieren contestes con compartir la nueva tierra.
En este sentido el objeto de la migración supone una diferencia sustancial con respecto del período de la conquista. Ya no se trata de la ocupación de un territorio ajeno para explotarlo, sino de la utilización de una región del mundo, de escaso índice de ocupación, donde el lugar para el arraigo comienza a tener un grado de legitimidad diferente y donde compartir el sitio apropiado al trabajo adquiere un derecho universal compatible con la condición de todo ser humano a la posesión de un lugar en el universo.
AVENTURA O DESVENTURAS
Un sinnúmero de anécdotas testimoniales de viajeros de la migración da cuenta de las vicisitudes de episodios insólitos, desde las más trágicas donde temporales e incluso naufragios catastróficos interrumpieron la aventura, a las que en forma fortuita definieron el destino final de un arribo. (Un viaje promedio en buque de vapor tardaba 30 días aproximadamente en realizar la travesía desde Italia a la cuenca del Plata, mientras que su antecesor a vela requería de 50 jornadas para cubrir la misma distancia.)
Los barcos poseían generalmente 3 categorías de servicio. Por un lado la primera clase donde se observaba un especial lujo de instalaciones y atención con camarote independiente, servicio de mucamas, comedor, etc., reservado para grandes usuarios, personal diplomático, oficiales, empresarios, etc. En segundo lugar otra categoría inferior pero igualmente selecta como funcionarios, comerciantes o inmigrantes ya asentados que hacían viajes de retornos o de negocios, vinculados a firmas comerciales de Europa proveedoras o receptoras de insumos y materias primas. Tanto los pasajeros de primera como los de segunda tenían especial tratamiento en la atención del Capitán y del protocolo del barco.
Finalmente estaban aquellos inmigrantes que venían a probar fortuna a l’América, la clase popular, la mayoritaria, donde las condiciones del viajero se reducían a locales comunes y se sobrevivía en amontonamientos con condiciones de mezquindad, en un grado ínfimo de comodidad y aseo.
No es de extrañar que tales condiciones con el tiempo hayan mejorado, dado que esta clase estaba compuesta por el núcleo mayoritario de viajeros cuyo objetivo era la obtención de un único boleto de viaje “de ida”.
Se trataba de usuarios comunes fundamentalmente de varones jóvenes dispuestos a toda costa cumplir su objetivo de encuentro con la oportunidad.
El arribo a la cuenca del Plata era generalmente el puerto de Montevideo, antecedido casi obligatoriamente por la escala de la isla de Flores que desde el año 1869 actuó de frontera epidemiológica, para lo cual dentro de su perímetro fue montado un lazareto. Se crearon pasaportes sanitarios para el acceso de los migrantes según hubieran partido de puertos infectados o limpios. Las temidas cuarentenas retardaban los tiempos del arribo y mientras continuó el flujo migratorio la función de control sanitario mantuvo vigencia en forma intermitente hasta el año 1935, cada vez que se determinaban empujes internacionales de epidemias infecciosas.
Una vez arribados y registrados en Montevideo los inmigrantes optaban según los planes establecidos por asentarse en la ciudad a través de los vínculos personales, o bien se ofrecían en el propio puerto a trabajos varios para obtener alguna paga para su manutención. En algunos casos el propio gobierno del Uruguay a través de organizaciones humanitarias y/o a través de convenios entre cancillerías, poseía planes de radicación y empleo como también un alojamiento temporario para aquellos que se encontraban en el mayor desamparo.
La mayoría de la población migrante masculina y muchos de los que tenían familia en Italia, en general habían prometido remesas de dinero para convocar a sus parejas, esposas e hijos una vez que se hubieran afianzado económicamente en su nuevo ambiente.
Se debe recordar que las contrataciones de extranjeros en el Uruguay poseían por ese entonces reglas laborales escasamente establecidas y por lo tanto algunos inmigrantes ya habían comprometido de antemano su contratación con los concesionarios de las empresas navieras, canjeando el precio del pasaje por promesas de trabajo y/o mano de obra a realizar en el propio puerto de destino.
UN MEDIO CON DIFICULTADES
Para comprender mejor cuál era el estado del territorio nacional es necesario aclarar que a mediados del siglo XIX y dentro de la joven república, las cargas de productos comercializables provenientes del campo se encomendaban a las caravanas de carretas de bueyes las cuales poseían un promedio de avance a lo largo de la región, de aproximadamente 40 km. diarios.
Se estima que los productos del medio rural (cueros, sebo, lanas, carnes saladas y resto de la producción pecuaria), por cargos asignados al transporte se encarecían por lo menos entre un 20 y 30% del valor en sitio de la hacienda.
Por su parte los pasajeros viajaban en diligencias de postas con relevo de caballos cada 20 o 30 km., donde un viaje de Montevideo a Villa de Ceballos (actual Rivera) por ejemplo, podía tardar hasta 3 días, con paradas nocturnas en fondas y alojamientos de aprovisionamiento. Tales viajes resultaban en extremo incómodos, inseguros y onerosos.
Por estas dificultades muchos de los inmigrantes optaban por el mínimo traslado posible del puerto, y aquellos viajeros que habían puesto su destino en tareas de servicio elegían las inmediaciones de Montevideo, sus alrededores y/o pueblos cercanos en el propio departamento.
Por la misma razón se prefirieron los actuales departamentos de San José, Canelones y Colonia para establecer sus afincamientos, allí donde la cercanía les ofreciera una posible fuente laboral. Generalmente se trataba de establecimientos de campo, granja, chacras, donde ejercer y poner en práctica los conocimientos de agricultura y similares.
Otros migrantes descendidos en el puerto de Montevideo optaron por dirigirse a través de barcos de cabotaje que navegaban por el rio Uruguay hasta puertos del litoral como Mercedes, Paysandú Salto y ciudades litoraleñas argentinas, donde los valores de la tierra eran más accesibles y su clima muy bien adaptado para los cultivos, la vida, costumbres, oficios y profesiones que poseían. Tal es el caso de los agricultores cuyo vínculo con el laboreo de haciendas era condición determinante.
El río Uruguay desde los comienzos de la colonización siempre fue el medio o vía natural de penetración de las costas del Plata hacia el interior continental por lo que en forma muy temprana se había desarrollado un sistema de navegación fluvial desde el eje Montevideo Buenos Aires a los puertos y pueblos del litoral de las riberas del Paraná y del río Uruguay. Países en formación como lo era la república Oriental en sus comienzos, aún no habían consolidado otros sistemas de comunicación terrestres que proporcionasen seguridad y sus caminos (de tropas) por la precariedad de los trazados y el estado general, como ya se mencionó, no garantizaban horarios ni frecuencias estables a las travesías.
La migración italiana arribada a nuestra ciudad, casi en la mayoría de los casos, hizo su opción por el medio fluvial de transporte para acceder a “el Salto”.
RELACION ENTRE LUGAR DE ORIGEN Y SITIOS DE AFINCAMIENTO
Dentro del territorio de Italia las compañías concesionarias navieras tenían sus vínculos con los agentes reclutadores de viajeros y mientras sus bases operaban fundamentalmente en los puertos de Palermo (Sicilia), Nápoles y Génova, desde la regiones cercanas a estos embarcaderos se proveía clientela ávida por utilizar sus servicios, en la promesa insistentemente reiterada de un mundo nuevo lleno de oportunidades.
Los destinos más importantes eran América del Norte, Centroamérica, Brasil y la cuenca del Plata, esta última abarcaba los puertos de Montevideo y Buenos Aires.
Naturalmente que la elección por el país de destino estaba determinada por los comentarios y recomendaciones de conocidos y familiares que los habían antecedido, que ya habían hecho una opción en forma previa y la habían concretado, aunque sus experiencias estuviesen teñidas por la fantasía propia de quien busca un lugar prometedor y solución a la problemática de su vida.
Se puede observar que la composición migrante no se organiza de manera aleatoria e indistinta desde los diferentes pueblos de origen en relación al territorio de destino, sino que existen lugares y regiones específicas prevalentes, con predominio de sitios de emigración. Tales sitios se dan en correspondencia con lugares de afincamientos de tal forma que los apellidos de una misma familia encuentran sus correspondientes pares en correspondientes pueblos de emigración.
Esto explica por qué a Salto arribaron en la oleada del 1860 al 1890 inmigrantes italianos provenientes fundamentalmente de Massa-carrara. La razón nos dice con señal inequívoca que por una parte los primeros aventureros incitaron a sus congéneres a imitarlos en el lugar de elección, y por otra que la cercanía del puerto de embarque priorizaba una accesibilidad inmediata a la ocasión por parte de las regiones cercanas: Génova, puerto de Liguria, vecina del Piamonte y la Toscana. Tales regiones son precisamente las que caracterizaron la población prevalente de los inmigrantes de Salto.
Existen testimonios orales que narran entradas de inmigrantes en caravana de a pie, desde el puerto salteño ascendiendo por la calle Real (Uruguay) con sus maletas y pertrechos de viaje, mientras el pueblo local los aplaudía desde los balcones y azoteas como festejo espontáneo de un recibimiento representado en augurios de buena fortuna.
La plaza Italia los recordará a modo de homenaje, con un espacio borde de dársena o terraza de arribo, a los 100 años de la independencia nacional.
En algunos casos estos migrantes se sentían acompañados por amigos o familiares que los habían convocado a una búsqueda común, donde muchos de ellos los recibían en el propio puerto.
Pero también estaban aquellos que habían realizado el despegue en forma solitaria y que la única referencia o vínculo humano que poseían era el haber compartido el extraño episodio de un viaje sin retorno.
Su cometido inmediato consistía en aplicarse a una tarea laboral que justificara su intención de afincamiento y demostrara con ello su voluntad de trabajo.
LA CRISIS DEL DESARRAIGO
Un capítulo aparte merece el análisis psicológico del migrante en relación con su historia personal, para observar los motivos reales de cada exilio voluntario.
Toda partida implica un abandono de seres queridos, de la tierra donde se nació y creció, de las tradiciones y recuerdos que cada cual fue formando en su historia personal, es decir un dejar atrás sus raíces y su propia identidad.
En aquellos casos de grupos de inmigración, se puede observar la tendencia al agrupamiento, es decir a la integración de una colectividad en el nuevo medio, unida, afianzada y vinculada a sus costumbres, a las tradiciones de la patria de origen.
La búsqueda de la recreación de un sitio que en forma permanente le recuerde aquel punto de partida, aquella localidad a la cual se perteneció, y poder referir los aspectos singulares de una determinada identidad, es una constante indudable.
Para el caso de los italianos arribados al pueblo de Salto se formaron asociaciones de ayuda mutua que servían de apuntalamiento entre “paisanos” permitiendo compañía y apoyo a todos aquellos que habían emprendido la decisión común de la emigración. Esta situación se da a mediados del siglo XIX.
En el año 1875 se funda definitivamente la “Unione e Benevolenza”, sociedad que con algunas interrupciones eventuales funcionó hasta la actualidad. La construcción de un local propio que hoy es Monumento Nacional, de una sala de reuniones y celebraciones, con el apoyo en la asistencia económica, médica y odontológica de sus asociados, con la fundación de un cuadro de fútbol (Calcio Sportivo Italiano), de una banda musical (Siamo Diversi), de una Scuola Italiana, de un panteón social, etc. , es hoy una realidad.
La ayuda solidaria no se redujo a la asistencia mutua entre inmigrantes. Se tienen registros en las actas de sesiones y asambleas que en oportunidades de acontecimientos adversos en la patria madre como lo fueron las catástrofes naturales, inundaciones, erupciones volcánicas, terremotos, etc., como también los hechos bélicos internacionales que afectaron gravemente la vida de sus habitantes, la “Unione e Benevolenza” envió ayuda económica recolectada entre sus asociados para contribuir a la reparación y recomposición de aquella sociedad, más allá de las ayudas particulares que se realizaban en el ámbito de lo interno y familiar.
LA INTEGRACION ITALIANA
Existe un hecho innegable que ocurrió en esta comunidad en el Uruguay, a diferencia de otras colectividades. Fue tan intensa su integración a la sociedad receptora que con mucha facilidad sus integrantes rompieron los vínculos con el país de su historia, adquirieron los hábitos nuevos y las costumbres del lugar. Se tomó tanto mate y se comió tanto asado como los habitantes locales.
El inmigrante habló el idioma español (versión cocoliche) con mucha fluidez, que al poco tiempo se había incorporado a la nueva sociedad como el más auténtico habitante local asimilándose y sintiéndose dueño de su nueva “nacionalidad”.
En algunos casos el sentimiento de “expulsión” que el emigrante pudo haber sentido por parte de su original patria le impidió transmitir a sus descendientes un adecuado amor a la tierra de origen, a sus costumbres, identidades y semejanzas, conformándose con agregarse a las condiciones que le proveía el nuevo mundo de l’américa. Se entiende este hecho como un rechazo de indiferencia hacia la tierra que no había sido capaz de retenerlo en sus brazos paternales ante las vicisitudes económicas emergentes en la ocasión.
El inmigrante italiano habló muy poco de su historia personal, no participaba su pasado a sus descendientes y esta actitud fue diluyendo toda la riqueza de una tradición familiar y vínculos con el país de origen a modo de interrupción generacional. En la gran mayoría de los casos, trasmitió a sus hijos muy poco y lo estrictamente necesario de la patria italiana y esa primera generación descendiente no pudo a su vez informar a la siguiente de los conocimientos pasados y menos aún participar deseos o afectos por una historia -para ellos- casi desconocida.
Todo esto lo llevó a dejar de lado el idioma de origen, sus tradiciones, su música y danzas típicas y estos signos característicos de su historia se fueron diluyendo con el paso del tiempo. Si bien mantuvo la pasta y la pizza en su dieta ello fue la consecuencia en forma casi inconsciente de la costumbre pues los hábitos y conocimientos de la alimentación pertenecen a la categoría de necesidades básicas.
Pero el inmigrante italiano en términos generales se hace admirador de los gustos nuevos, del tango y la milonga, adoptando con facilidad los diferentes usos que le planteaban el nuevo mundo, sus hábitos y costumbres.
No obstante todo ello el inmigrante italiano en su gran mayoría se abstuvo de involucrarse con las rivalidades partidarias que afectaban divisiones internas incomprensibles para él, revueltas políticas en un medio muy marcado por divisas mesiánicas recientes que evidenciaban la adolescencia de una sociedad en formación.
Es ésta la misma razón por la cual se reservó un último recurso. Ignoró los trámites burocráticos que le significaba la adquisición de la ciudadanía nacional, manteniendo su carta cívica italiana. Tal hecho queda demostrado en la mayoría de los casos por la posibilidad actual -de parte de sus descendientes- del fácil acceso a la ciudadanía Italiana. Si un ciudadano italiano al radicarse en otro país adopta otra ciudadanía pierde inexorablemente la suya y por ende la eventualidad de transmitirla a sus descendientes y esta situación se verifica únicamente en casos excepcionales.
En realidad lo que ocurrió en términos generales y que es lo más destacable de este fenómeno de simbiosis de grupos humanos (esto vale para el conjunto de las colectividades inmigrantes) es que de la síntesis de dos culturas se obtuvo un enriquecimiento de valores significativos, pues mientras la población local criolla le incorporó sus usanzas propias, los recién llegados le agregaron elementos culturales referido a oficios y profesiones, ciencia, conocimientos y artesanías, experiencias milenarias que vinieron a completar y sintetizar la cultura de una nueva identidad.
No se puede explicar este hecho solamente como una forma de colonización cultural. También puede entenderse como la consecuencia directa de un mundo que cambia constantemente y se manifiesta a través de integraciones culturales de vertientes disímiles que se amalgaman para valorización y enriquecimiento de resultantes poblacionales comunes.
Cada inmigrante trae consigo una concepción del mundo con particularidades, pero también cada uno de ellos creó las condiciones para superar el difícil primer momento de su arraigo. Basados en la solidaridad algunos compartieron viviendas, otros compraron fincas y/o tierras, para lo cual existían facilidades y créditos, y todos al poco tiempo estaban instalados aportando con el trabajo tenaz una señal firme para la integración.
Este es el punto donde se puede reservar el espacio para el encuentro de la legitimidad mencionada al comienzo. No es válido sustituir una cultura por la anulación de otra preexistente pero en cambio puede tener valor la incorporación y el enriquecimiento cultural de una mixtura que no anule los antecedentes culturales autóctonos y que sume aportes positivos integradores en una sociedad concertada y diferente.
Las migraciones desde la península con forma de bota permanecieron por un largo período, pero las que se realizaron en forma masiva ocurrieron hasta finales del siglo XIX. Con posterioridad y como consecuencia de las dos guerras mundiales se produjeron en menor número finalizando hacia mediados del siglo XX.
OFICIOS Y ROLES
Entre los roles incorporados a esta nueva forma de mixturas poblacionales estaban los oficios propios de una sociedad en crecimiento. Los había artesanos, generadores de productos vinculados a la construcción, ladrilleros, carpinteros, constructores, albañiles, (muratori) hojalateros, herreros, marmoleros, etc., y en general personal dedicado a las industrias urbanas, que junto a los comerciantes y a los del área de servicios aunaron sus esfuerzos en torno a la ciudad de Salto.
También estaban aquellos ya mencionados y dedicados a las tareas de producción hortícola y frutícola que se distribuyeron en los alrededores de la ciudad, para conformar lo que se dio en llamar el cinturón horti-frutícola de quintas y chacras.
Finalmente encontramos a quienes se instalaron como inmigrantes en la campaña del departamento, algunos dentro de los pequeños núcleos poblados alejados del puerto y otros propiamente en lo más profundo del territorio dedicados al trabajo del campo.
Estas tres categorías destacadas especialmente serán objeto de referencia a una posible explicación de caracterización territorial de nuestro país y sus valores formales típicos, en relación al aporte italiano generador de similitudes formales readecuadas a esta nueva forma de obtención de ciudad y de manera conjunta también de ciudadanías.
Italianos en Salto – 2da. Parte (Por el Arq. Ivón Grilli Castilla)
SALTO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX.
El nuevo micro-mundo que encontraron los migrantes europeos arribados a este pueblo del norte del país durante la segunda mitad del siglo XIX poseía caracteres particulares que merecen analizarse con detención.
A partir del año 1873, un actor fundamental y similar al mencionado para el caso de la navegación (Vapores), originó una transformación radical en Salto que vendría a catapultar su rol protagónico. Una nueva forma de comunicación y transporte introdujo variables importantes en la vida económica de la ciudad y su dinámica de desarrollo, que permite ser considerada como el acontecimiento del siglo: la red del ferrocarril Noroeste (The nord-west rail of Uruguay).
Las razones fundamentales de la implantación del ferrocarril en el Uruguay como hecho de incorporación tecnológica y producto directo de la revolución industrial, significó una base fundamental para desencadenar el crecimiento de la ciudad y su región. Más allá de las
utilidades económicas que tales obras de infraestructura reportaron como beneficio directo a la corona británica, permanecerá en forma explícita el valor sustancial de su emplazamiento junto a su par funcional del puerto.
El sistema ferroviario receptor de carga y pasajeros con terminal inmediata sobre los atracaderos fluviales ubicados en el puerto de Salto, depósitos, muelle negro y la denominada estación Noroeste a 2 cuadras al norte de la plaza principal (“33 Orientales”) puso a prueba -y con éxito- la implantación precedente del puerto, configurándose una de las acciones urbanístico-territoriales estratégicas más importantes -haya sido ésta deliberada o involuntaria- que pudo haber tenido la ciudad en el avanzado siglo XIX.
Unidos en armonía perfecta, los dos sistemas complementarios de transporte -fluvial y terrestre- dieron un impulso crucial al proceso urbanizador y con ello un espaldarazo a la consolidada ciudad como cabecera urbana y funcional de la región.
El sistema radicular del ferrocarril noroeste con su correspondiente área de atención, se dispuso como foco fermental de los actuales departamentos de Salto, Artigas y sectores territoriales inmediatos, y un puente ferroviario internacional como lo fue el de Santa Rosa
de la Bella Unión en la Barra del Cuareim en Brasil, establecía el contacto y vínculo con los territorios brasileños del sur, permitiendo desde aquellos extremos, una entrada alternativa de productos hacia la cuenca del Plata.
Estaciones de ferrocarril, muelle y puerto se integraron como eslabones interactivos para generar una logística de vínculo vital en el movimiento económico de la región.
Es importante destacar que esta obra se produce simultáneamente con la construcción de la red ferroviaria del ferrocarril central focalizada hacia el puerto de Montevideo, pero en
forma independiente de ella, es decir, el planteo de la red para el Uruguay consistía en 2 unidades funcionales; una para la región sur (Puerto de Montevideo) y otra ordenada específicamente para cubrir la cuenca norte con su conexión directa al puerto de Salto.
Hasta esa terminal llegaban las cargas de la producción del norte uruguayo para su almacenamiento, distribución y/o exportación desde la costa fluvial salteña -último puerto navegable del río Uruguay- y a la inversa, a partir de allí se comercializaban los productos provenientes de ancladeros lejanos, no sólo de Buenos Aires y Montevideo, sino también de escalas mayores del resto del mundo, distribuyéndose por el territorio local del norte del país a través de su propia red ferroviaria.
Barcos de ultramar cargados de charque y carnes saladas producidas en los saladeros de Salto parten por un tiempo de este puerto en rumbo directo a terminales del Caribe.
La conexión de Salto y Paysandú a la red nacional es una decisión posterior, y se la entiende como medida útil al centralismo metropolitano, ya que esta terminal de intercambio no generaba ningún conflicto con la economía unitaria del país.
Se entenderá mejor la situación económica y social del medio enumerando otras realidades que en el momento existían en el ambiente local del siglo XIX, reconocer la razón definitiva de la unidad territorial Salto y su región.
A la vez, esta realidad permitirá identificar características particulares de Salto, sus inmediaciones y sus respectivos paisajes culturales, que son parte determinante del objetivo de este trabajo.
1.- LAS COMPAÑIAS DE NAVEGACIÓN Y LOS ASTILLEROS
El lugar estratégico de último sitio navegable del río Uruguay se puede incluir dentro de las razones del surgimiento de los astilleros en Salto y su correspondiente base puerto, fin del recorrido de las compañías de navegación. En ellos, desde la primera mitad del siglo XIX, se realizaron reparaciones de embarcaciones de la más diversa índole que arribaban al puerto, asistiéndolas en sus necesidades básicas funcionales.
Sus instalaciones se fueron ampliando hasta alcanzar procesos completos de fabricación de flotas, como lo consignan las crónicas de la época en múltiples publicaciones, hecho que le valió por un tiempo ser denominado el astillero de Salto, como el único existente en la región sur del continente.
No se puede ignorar -para este particular fenómeno- la presencia de un personaje singular visionario para los negocios y extremadamente listo, misterioso y hábilmente devenido en armador; el francés Saturnino Ribes, pero ello tampoco impide desconocer la importancia
del fenómeno económico regional.
Este próspero empresario compró barcos en coyunturas favorables, los vendió oportunamente en situación muy ventajosa para sí, aprovechando cambios tecnológicos de sistemas actualizados con propulsión a hélice que mejoraron su flota, y las primitivas compañías fueron progresando hasta consolidarse en las Mensajerías del Plata, con una importante cantidad de embarcaciones que recorrían el Uruguay y el Paraná manteniendo una red de conexiones en Montevideo y Buenos Aires en un completo sistema de transporte fluvial de cargas y pasajeros.
La empresa consolidada proporcionó un respaldo económico-operativo para el movimiento de personas con una notable agilidad hacia todas partes de la región, mientras que significó para sus habitantes, una ocasión de empleos jerarquizados, estables, más la
promoción laboral y el crecimiento real de la prosperidad económica y social.
2.- EL CENTRO REGIONAL FINANCIERO
En el año 1856 existía en el centro financiero del aún denominado pueblo del Salto, una organización económica llamada “Sociedad de Cambios”, verdadero banco de préstamos y toma de valores de capital, que como medida evaluatoria de su status, emitió su papel moneda propio con validez en la región, en los puertos del litoral y en la mismísima ciudad de Buenos Aires, configurándose en sustento económico incuestionable para las empresas comerciales que operaban con productores del agro, la industria, agentes importadores y exportadores del territorio.
Desde el punto de vista comercial y económico esta medida significó para Salto una garantía bancaria de extremo valor comparativo respecto de las ciudades incipientes en toda la cuenca del Plata, elevando su nivel a proyecciones de City regional de horizontes genuinos con un futuro de solvencia mercantil identificada en la ciudad.
3.- CULTURALES
Por los mismos tiempos la reciente ciudad se integró con una sociedad inmersa en un medio cultural destacado, con instituciones educativas evolucionadas como lo fueron el Politécnico de Osimani y Llerena y la escuela Iram. La presencia de intelectuales, escritores, músicos, profesores y artistas de reconocido talento, apuntalada por una vida social activa de cafés de discurso político y filosofía letrada, permitió la formación de bases intelectuales sólidas para un profundo soporte cultural. Si se entiende este medio, en las vísperas de la llegada de apoyaturas como la imprenta, radiodifusión y la telegrafía, aportes de nuevas tecnologías que se generalizaron prontamente en la ciudad, tales aspectos permitieron la divulgación del conocimiento inmediato en todas las formas y diversidad informativa del pensamiento universal, que a comienzos del Siglo XX emergían en cada nucleación urbana calificada.
Todo ello permitió a Salto, en su momento, un estímulo de centralidad autónoma de vida propia, favoreciendo el desarrollo de una ciudad activa y funcional, intelectual y provocadora, como lo fue desde el punto de vista técnico, científico, artístico y arquitectónico.
4.- POLITICOS
Como anécdota curiosa e impertinente -aunque no por ello carente de sentido en la realidad que se vivía en ese momento- puede señalarse como un síntoma de rebeldía y búsqueda de vida autónoma, que en setiembre del año 1855 siendo Venancio Flores presidente del Uruguay, Salto se declara territorio independiente (República del Salto), situación irregular que persiste por el término de 35 días, hasta que asume la presidencia Luis Lamas.
Tampoco hay que olvidar que el poblado fue elevado a rango de ciudad en el año 1863.
5.- TECNICOS
Como prueba del liderazgo de Salto desde el encuadre tecnológico, baste citar el hecho anecdótico que técnicos locales al mando del ing. Allan Darton (personal jerárquico del ferrocarril de los ingleses), planos mediante y con las extraordinarias condiciones y manejo experto del diseño como lo fue el carpintero Juan Gallinotti, a la cabeza de la gestión, se llevara a cabo la fabricación de una locomotora y vagones pullman; “La Criollo” totalmente diseñada y construida en los talleres locales de Pons Palet, suceso trascendente en esta terminal. Tal proeza del diseño y mecánica, prestó utilidad hasta la cuarta década del siglo XX. Su caldera, que por la complejidad extrema había sido originalmente encargada a talleres del Reino Unido, a causa de un naufragio previo a su arribo, hubo de ser reemplazada de urgencia por otra fabricada completamente en los talleres de Salto y confiada al herrero Acatti, en forma conjunta con los mecánicos Tenca y Reobasco.
En una realidad urbana como Salto, unidad portuaria y territorial, crisol de grupos inmigrantes con capacidad proactiva, con puerto y red ferroviaria terminal, fuentes de producción con estructura territorial, escala de producción completa, organización política, social, cultural y educativa, poseía la importante autonomía funcional necesaria para perfilarla hacia un proceso de albedrío y soberanía independiente.
Todo ello estaba apoyado por la presencia en el medio de un pensamiento de razón colectiva, integrada por personalidades notables y población de valores propios que conocían sus posibilidades de acción con conciencia ciudadana.
A la luz de estos antecedentes es de interés abordar 2 temas donde la iniciativa de la colectividad italiana, generó con predominio de su iniciativa, una fuente provocadora hacia el desarrollo de la ciudad y su región.
Por un lado, la ARQUITECTURA organizada en estructura urbana: ciudad y región, y por otro la producción agrícola definidora del cinturón perimetral hortifrutícola, ambas
determinantes de conceptos geográficos vitales de identidad cultural, en lo que se denominará CIUDAD y PAISAJE CULTURAL.
LA CIUDAD
Ya se mencionó la corriente migratoria arribada a Salto proveniente de Italia, que aportara personajes valorados en los más diversos oficios y profesiones.
Entre el conjunto de los arribados a este sitio, había artesanos, operarios, obreros, los clásicos “muratori” (albañiles), muchos de los cuales con su labor y mano de obra hábil, construyeron sus propias viviendas.
Los mismos trabajadores en sus diversas especialidades fueron los gestores y constructores de obras y casas de las clases económicas más solventes ya afincadas en el lugar.
Llegaron al medio maestros de obra como don Antonio Invernizzi que lo hacían en calidad de diseñadores o arquitectos de las obras más relevantes de la ciudad. Invernizzi diseñó un cúmulo importante de estas construcciones en el casco céntrico para familias de la clase económicamente consolidada de la sociedad. Otros maestros de obra de diversa procedencia europea también hicieron lo propio. Su trabajo consistía en el proyecto y construcción de grandes residencias dentro del tejido urbano del centro, conocidas como casas de patios que siguen el criterio generador de la casa andaluza donde las habitaciones se organizan en secuencia sobre el parcelario existente adosadas a una de las líneas de propiedad laterales (medianera). Esta tipología habitacional, junto al amanzanado y a la forma tradicional del agrupamiento, proporcionó a la ciudad de Salto una unidad coherente de Fachada Urbana Continua, elemento fundamental de integración y vínculo formal, característica de la morfología urbana de Salto en su momento, que se mantuvo en vigencia hasta mediados del siglo XX.
No existía una ordenanza municipal que condicionara las sucesivas fachadas de acuerdo a un plan preestablecido, simplemente esa forma de construir respetaba el entorno existente y se adaptaba al mismo agregando variantes que no alteraban el orden general.
Esta fachada continua se extendía a lo largo de la manzana proporcionando conjuntos ordenados y coherentes, y la necesidad de destaque de alguna obra por su jerarquía funcional era -a veces- contemplada con un retrancado (retiro) de la línea de propiedad.
LA SOCIEDAD ITALIANA
Como ejemplo de ello se señala en forma particular el edificio sede social de la “Unione e Benevolenza”. Iniciada en 1883, esta construcción representa uno de los mejores ejemplos de arquitectura historicista en nuestra ciudad, con una maravillosa fachada inspirada en los modelos del Vignola.
Merece destacarse la proeza económica que significó su construcción por parte de la colectividad inmigrante italiana reunida en torno a su precaria situación.
Los italianos fueron capaces de construir una sala social y cultural de semejante valor inducidos por la voluntad del mutuo apoyo, de la solidaridad y del afán del reencuentro. Así mismo es un ejemplo de avanzada concepción la propuesta de ejecución, que en el presente se le llamaría concurso de proyecto–construcción, por la originalidad llevada adelante en su génesis de diseño y edificación.
Cada constructor, subcontratista, maestro de obra integrante de la Sociedad, presentó su plan de trabajo y la misión dividida en etapas aislables, diferentes, fue adjudicada por partes proporcionales a la capacidad de gestión de los distintos oferentes. Entre ellos se encontraban los Maestros constructores Vittorio Ciocca, Giuseppe Montialli y Pietro Migliaro. Se cree que el primero de estos tres era quien poseía los modelos del célebre tratadista de los órdenes arquitectónicos de Vitruvio, del siglo XVI, Giácomo Barozzi o Vignola, cuyos diseños inspiraran la fachada sur principal.
Supervisadas por su presidente el Arq. Antonio Invernizzi, las obras se iniciaron a menos de diez años después de la fundación de la Sociedad (1875) y a partir de allí funcionó durante casi 30 años. Se debe destacar que no se trata solamente de una construcción física y arquitectónica, sino que su contenido social representa -junto a otras colectividades- el nacimiento del Mutualismo en Salto. (En su seno se desempeñó hasta el año 1956 el Centro Médico de Salto).
LA DECORATIVA COMPLEMENTARIA
Hacia el año 1917, junto a otras obras de mantenimiento y restauración, se emprendió la tarea de la decoración del cielorraso del salón principal, al estilo de los palacios florentinos, con las pinturas al temple de los hermanos Eriberto y Edmundo Prati, que son orgullo salteño del arte pictórico decorativo aplicado a la arquitectura.
Los cielorrasos de la Sociedad Italiana pintados al temple y el de tela del Ateneo, ambos integrados a Monumentos Nacionales, luego de un largo período de escaso mantenimiento siguen a la espera de una importante tarea de restauración.
Mencionados los hermanos Prati corresponde resaltar, de estos italianos trentinos, la fecunda trayectoria mantenida en Salto por las obras escultóricas de Edmundo y las pictóricas de Eriberto; desde las esculturas de la plaza Artigas del Prócer, el soldado y el gaucho, el Garibaldi de la Sociedad Italiana y el Rodó del monumento (obelisco) en la av. Batlle, hasta el Mástil de las Enseñas (antena) en el centro de la plaza Italia, entre otras cuantas obras.
LA PLAZA ITALIA
Este mástil, donación del gobierno de Italia en conmemoración al centenario de la República en 1930 fue diseñado por Edmundo Prati y fundido en bronce en talleres italianos de Milán.
Se destaca en forma especial la incidencia docente y testimonial que estos dos artistas hermanos ejercieron como generadores determinantes de un momento cultural significativo para el medio salteño, donde fueron figuras clave en la evolución del ambiente cultural de la ciudad.
Se debe recordar que el valor histórico y urbanístico de tales obras distribuidas en entornos caracterizados de la ciudad, revela -además- el espíritu unitario como intención de diseño urbano, que en todo momento se percibe en la gestión proactiva y democrática de sus habitantes, junto a la iniciativa pertinaz de sus artistas y a la colaboración de sus gobernantes.
LA ARQUITECTURA TRADICIONAL
En el panorama general de las formas de construir, Salto posee una vasta lista de ejemplos que es de importancia destacar y que coincide con ese tiempo de esplendor ya mencionado durante el siglo XIX.
Hay que aclarar que Salto no cuenta con ejemplos completos de arquitectura Colonial. Las construcciones anteriores a la República fueron realizadas con materiales perecibles y salvo elementos parciales como muros medianeros, pozos artesianos, contenciones de piedra y pavimentos, canales de desagúes, albañales y tal vez restos de alguna estancia del medio rural, puedan datar de tal fecha.
Lo que sí posee como herencia auténtica de la colonia es su traza urbana, esto es el delimitado de sus calles en el sector del casco central. Realizado por agrimensores del Virreinato este diseño no guarda relación a la normativa de las “Leyes de Indias” como ocurrió en varios casos de centros poblados similares en el territorio oriental. Simplemente en el caso de Salto, se trata de un amanzanado romano a partir de la calle Real en la división de aguas norte -sur, la más alta de la colina. También resulta curiosa la medida de la cuadra ya que en muchos casos es mayor en un 20% a la que se usaba para el caso.
De tal manera es que bien se denominaría al conjunto antiguo de construcciones existente, llevado a cabo durante el siglo XIX en Salto, como arquitectura Republicana, por haber sido realizado ésta durante el primer período de la república independiente.
LA “FACHADA” DE LA CIUDAD
Se hizo referencia de las llamadas casas de patios, que no son pertenencia exclusiva de la tradición italiana, sino de la simbiosis inmigrante europea junto a la aplicación de la población local.
Como ejemplo de ocupación casi total en el terreno, esta modalidad constructiva dio forma a la trama inicial de la arquitectura de la ciudad y generó una espacialidad reconocible con una singularidad específica, característica del paisaje urbano salteño.
Ya se explicó que las casas de patios construidas entre medianeras, alineadas al borde de la propiedad, casi siempre de un solo nivel, en su conjunto determinan un frente continuo sobre la calle, en el cual la fachada es el elemento fundamental de jerarquización y representación social, por lo que su tratamiento es el resultado de una intención deliberada de animación colectiva, constituyéndose -en su conjunto- la fachada de la ciudad.
Se reconoce este concepto válido como integración coherente de individualidades. No se trata de una simple repetición; cada unidad es diferenciada y posee sus propias particularidades, pero en su integración urbana adquieren un valor colectivo que se puede clasificar como propiedad social; hablamos de la fachada identificadora de la ciudad.
Esta arquitectura, sobria en colores, de superficie revocada y equilibrada en decoración, posee un orden de diseño estructurado según franjas horizontales y alineaciones verticales.
Se construía según un basamento o “zócalo” de acordamiento entre el nivel de la acera y el interior separado en altura por varios escalones. (Espacio ventilado entre el suelo y el piso de madera para eliminar la humedad absorbida de los muros).
En segundo lugar posee un sector intermedio en correspondencia con la altura del espacio interior (piso – cielorraso) donde se ubicaban las aberturas.
Finalizaba la fachada con un remate o cornisamento decorativo en coincidencia con la ubicación de la cubierta (azoteas, tejuelas, tejas o chapas metálicas).
En coincidencia con este diseño anterior los elementos de expresión concedidos casi en forma exclusiva al plano de la fachada, balaustres, molduras, rebordes, chambranas, columnas, medias-columnas, pilastras, arcos de medio punto o escarzanos, etc., eran los componentes usuales que, en general, por razones constructivas, se ordenaban, casi siempre, resaltando el sentido vertical de la construcción.
Elementos importados de terracota, junto a bajorrelieves, capiteles, figuras escultóricas realizadas artesanalmente “in situ” con moldes apropiados, complementaban atesorando la decorativa general.
En el interior la verticalidad espacial pronunciada se manifiesta en una altura promedio de 4 metros, razón directa del acondicionamiento térmico de los ambientes. Esta medida de sus habitaciones proporcionaba confort en las diferentes situaciones de temperatura que el clima local imponía, separando con una generosa capa de aire la radiación del techo durante el verano.
De esta síntesis equilibrada entre lo horizontal y lo vertical surge un modelo arquitectónico construido por los maestros de obra inmigrantes, modalidad constructiva y de diseño adaptado a nuestro medio, con ciertas reglas traídas del país de procedencia.
En términos generales se la puede catalogar de arquitectura Ecléctica, en razón de los elementos del vocabulario formal del estilo elegido, sea éste clásico, manierista, barroco, neoclásico, etc., y aún sus combinaciones.
El término eclecticismo expresa una valoración según el uso en conveniencia que se le adjudica a una determinada formalidad por su supuesta mejor adaptación a cada función y el proyectista seleccionaba para su obra una formalidad determinada, en el entendido que no existía una verdad única sino que cada estilo proponía su propia veracidad.
Lo interesante de ello es que esta forma de trabajo proporcionó características singulares para Salto, su imagen externa, su “morfología”, valiosa por la coherencia otorgada al espacio calle. Sin ninguna planificación preestablecida se obtuvo un conjunto urbano armónico: la sucesión de obras individuales, separadas en el tiempo, pero de un entroncamiento de formas integrado y arreglado a una finalidad común.
Los ambientes interiores se ordenaban en forma sucesiva e interconectada entre sí.
Este programa determinaba a la vez sobre la otra medianera, patios abiertos o techados con claraboyas corredizas y en el caso de terrenos de anchos mayores, permitía otra línea de locales dispuestos en forma simétrica. El sector de servicios higiénicos y cocina se ubicaba hacia el fondo, a veces en 2 niveles conectados mediante una escalera caracol metálica. Una fachada muy elaborada sobre el frente antepone la única fachada aparente que se manifiesta hacia el espacio público (calle) en el límite de la propiedad.
Las viviendas de Invernizzi son muy fáciles de identificar por sus diseños de marcada influencia neoclásica con basamento general, franja de aberturas conteniendo pilastras o columnas en relieve, friso decorado y cornisas rematadas por balaustradas en hemiciclo, en coincidencia vertical con las aberturas.
Como ejemplo de ellas se destaca por ejemplo la construcción donde actualmente funciona el Instituto Anglo en la calle Artigas 728.
En lo interno las casas son muy simples y esta característica permitió una reconocida adaptabilidad posterior para el caso de reformas y refuncionalizaciones que con el devenir del tiempo fueron realizadas y adaptadas a la contemporaneidad.
Al final el fondo o patio exterior, que era el saldo del terreno, alojaba otros servicios como el pozo de agua, la huerta familiar, el gallinero, etc.
EL CORREDOR TESTIMONIAL DE CALLE ARTIGAS
De acuerdo al principio ordenador del paisaje urbano detallado en el punto anterior y como ejemplo de ello, una de las vías paralelas al eje de desarrollo de la ciudad, lo constituye la calle Artigas.
Es significativo el hecho que en dicho corredor se encadenan 8 Monumentos Históricos Nacionales decretados oportunamente por la CPCN dentro del área central.
Desde la plaza del mismo nombre donde se inscribe la Basílica Catedral (1), nos encontramos con la salida de la manzana del Mercado 18 de Julio (2), se pasa por la esquina de 33 Orientales con el Palacio de Oficinas Públicas (3), al cruzar la calle Sarandí se observa la Sociedad Italiana (4), se llega al Ateneo (5) y a la antigua portada y patio de la Vieja Jefatura (6), mientras en forma lateral a la plaza 33 se visualiza la Iglesia Del Carmen (7), rematando en el Área Portuaria (8) con el muelle de altas crecientes y el conjunto espacial del puerto.
Resulta paradójico que el valor testimonial de este “corredor”, caracterizado por la presencia de conjuntos homogéneos de casas patio de reconocido aprecio, haya sido la consecuencia imprevista de una ordenanza que proponía su destrucción.
En el año 1958 el Concejo Departamental de Salto aprueba un decreto por el cual se pretende un futuro ensanche de la calle Artigas, en el sobreentendido de una más apta canalización circulatoria de la ciudad a través de una vía importante de salida, acorde a los momentos del crecimiento del parque automotor.
Tal decreto obligaba a un retiro obligatorio en ambas márgenes (a 10,50m. del eje de la calle Artigas) para todo tipo de construcciones que se realizaran a partir de ese momento, con lo cual el valor fundamental del conjunto de fachadas destacado, estaba forzado a su demolición.
Las tendencias urbanísticas del movimiento moderno valorizaban cierto tipo de espacialidad generosa, en particular para las grandes vías circulatorias y en la interpretación local de este espíritu el resultado se tradujo en una norma de “retiros” que facilitara en el futuro una expropiación y un ensanche de la calle.
La dinámica constructiva de la ciudad se había tornado lenta y esta condición de “pérdida de terreno” a expensas del espacio público, indujo a los propietarios de los predios a minimizar el número de los permisos para construir, realizar ampliaciones, o reformas, etc., evitando con ello el menoscabo del sector del frente con la consiguiente demolición de la fachada importante de la casa.
En definitiva, primó la restauración sobre la construcción y aunque existieron demoliciones para algunos edificios de altura en propiedad horizontal, se puede visualizar el conjunto homogéneo original de la ciudad.
Posteriormente el sentido circulatorio de la calle Artigas cambió y la norma de ensanche del año 1958 fue derogada.
Felizmente como resultado de esta medida se produjo la salvaguarda de unas cuantas construcciones características de este período; frentes en expresión de arquitectura representativa de una sociedad donde la apariencia y significado simbólico de las fachadas encarnaba la imagen e identidad de sus habitantes.
Los entornos urbanos cercanos, dentro del casco consolidado más antiguo de la ciudad poseen aspectos similares.
Agrupaciones de este tipo de casas patio conformaron una constante coherente del carácter urbano de la ciudad de Salto. Calle Uruguay, Brasil y sus transversales, desarrollaron tipologías similares y en estos sectores se mantiene el conjunto homogéneo y continuo de la imagen unitaria coherente y consolidada de ciudad.
A principios del siglo XX corrientes estilísticas internacionales como el Art Nouveau, Decó y obras del movimiento moderno (arqs. Rocco, Lluberas y Barbieri), también se alinearon a esta forma de construir, manteniéndose una perfecta integración con el paisaje urbano de la calle preexistente, materiales, color, etc.
Tal coherencia del entorno urbano es un factor de destaque positivo de los valores patrimoniales de la arquitectura de Salto que se debe reconocer y preservar como un auténtico factor de identificación ciudadana y acervo histórico legado directo de la inmigración.
LA OBRA DEL ESPECTACULO
Existe una obra arquitectónica paradigmática en Salto que no se puede obviar por la importancia cultural desempeñada desde su construcción. La principal fuente de inspiración para ella fueron los modelos de edificios para teatros italianos que regían en el momento y su proyectista fue el Ing. inglés Robert Wilkinson.
Se trata del Teatro Larrañaga, edificado por los constructores del Cantón italiano del Ticino de Suiza; los hermanos Guggeri, a comienzos de la década de 1880.
Esta verdadera joya de la arquitectura del siglo XIX en Salto, tiene escasas comparaciones con sus similares en el resto del interior del país, y la sala ha sido reconocida por los artistas que la experimentaron, como un ejemplo de teatro de escala media, con altísimos valores de representación.
Por sus características estilísticas, diseño, condiciones de escena, acústica y visibilidad, calidad de materiales y ambiente, hoy día resulta motivo de sorpresa para visitantes, artistas y concurrentes que acuden a ella convocados por sus espectáculos, como por su propio atractivo edilicio.
Fue construido después de muchos reclamos de los vecinos y a propuesta del Jefe Político del pueblo, Teófilo Córdoba, encargándose -hacia 1880- al Ing. Wilkinson su diseño, acorde a las necesidades de la pujante sociedad en crecimiento Arquitectónicamente se inscribe dentro del eclecticismo neoclásico manierista. Posee una portada cubierta sobre los accesos en escalinata, soportada por columnas gemelas jónicas en la línea de propiedad, mientras que el edificio, retirado en su fachada, permite un notorio efecto de monumentalidad barroca.
Las obras a cargo del constructor Antonio Guggeri y su hermano, se completaron en poco tiempo y el 6 de octubre de 1882 se inauguró la sala con la actuación de la compañía italiana de Oreste Cartocci.
Corresponde realizar un comentario anecdótico que revela la jerarquía adquirida por el teatro y refleja el estado cultural de la sociedad de Salto en el momento.
Las compañías europeas de espectáculos que viajaban al río de la plata (Buenos Aires) para hacer sus representaciones artísticas teatrales y musicales, a los efectos de pronosticar el posible éxito de sus presentaciones, realizaban una recorrida previa en Salto, aprovechando los servicios de las compañías de barcos locales y a modo de “preestreno” anticipaban una prueba de actuación en el Larrañaga. Esta experiencia, como reconocimiento de la valoración pública de la función, permitía a los productores determinar los costos de la taquilla en las salas de Buenos Aires, pues la percepción, en acuerdo a la performance del Larrañaga, correría en suerte correspondiente al programa en la gran ciudad.
El edificio en todo su esplendor permaneció algunas décadas con profusa actividad, pero hacia 1930 ya poseía crisis profundas de gestión y funcionamiento. Utilizado para otros fines muy distantes de la lírica, la sociedad que lo administraba dio quiebra y la Intendencia asumió las deudas rematando el edificio.
En el año 1947 -ya propiedad municipal- se emprende su restauración y reconstrucción.
Aparecen incorporaciones como equipamientos, butacas de platea, instalación contra incendios. El pintor italiano Enrico Albertazzi fue uno de los ejecutores con la recomposición de las imágenes del cielorraso y telón de boca (originalmente pintado en Milán) y una vez renovada la sala permaneció activa hasta 2007, año durante el cual se retomó una nueva etapa de restauración llevada a cabo por la Intendencia con criterios contemporáneos de conservación, seguridad, accesibilidad y confort, ajustados a la previsión de las nuevas normativas, tecnologías de iluminación, amplificación sonora y video-filmación. Especial atención fue puesta en los servicios a los actores y en la organización de los camarines y servicios higiénicos, que ya estaban profundamente desmerecidos.
La Udelar, a través de la participación de sus técnicos docentes y estudiantes, intervino en el rescate de la documentación y restauración del anverso del telón de boca, donde cada actuación se fue detallando en forma cronológica en la historia de la escena, mediante el pegado de los programas de la época.
EL PAISAJE URBANO DE LA CIUDAD
Existen en toda ciudad elementos definitorios de caracterización, a los que podríamos denominarlos como Pilares de Identidad, esto es obras emblemáticas, destacables que por su misma naturaleza imprimen rasgos definitorios a un entorno identificable, a un “sitio” de
la ciudad.
Ejemplo de ello es un templo o iglesia, o un ayuntamiento, o un edificio que encarna la imagen de un poder especial del estado representando la sociedad, que le permite al ciudadano orientarse en medio de la ciudad a partir de ese mojón de referencia.
En su conjunto estos Pilares nos permiten definir el paisaje urbano de la ciudad y Salto posee varios de ellos que pasaremos a detallar.
EL PALACIO DE OFICINAS PÚBLICAS
En la segunda década del siglo pasado fue encomendado al Arq. Italiano Juan Veltroni, en carácter de jerarca máximo de la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas, la ejecución del proyecto del edificio para Juzgados Letrados, Administración de rentas, oficina de Catastro y Correos de la ciudad de Salto.
Hito y referente del perfil de Salto, su construcción finaliza hacia 1918. La torre en la esquina, articuladora de los volúmenes ejerce el mismo atractivo que el campanario de una iglesia y todos los elementos de la decorativa escultórica refuerzan el carácter señorial de una ciudad de símbolos urbanos.
La componente arquitectónica recurre a elementos del lenguaje eclecticista y el edificio en esquina refuerza su presencia mediante el retranqueo de ambas fachadas, permitiendo una mejor visualización de sus volúmenes.
Personaje de la inmigración italiana, Juan Veltroni vino a enriquecer en Salto el patrimonio de una arquitectura de influencia peninsular muy fuerte, con rasgos definitorios para localizaciones urbanas estratégicas dentro del tejido urbano de la ciudad.
Este edificio de interesante simbología formal fue construido en un terreno poco adecuado (pantanoso), mediante un notable procedimiento de compactación y desecación de suelos, consistente en la colocación de un conjunto concéntrico de pilotes de hinca de madera dura en el terreno para producir el afirmado del mismo.
Si hablamos de este arquitecto italiano y sus obras monumentales debemos mencionar otro ejemplo emblemático en Salto diseñado por él:
EL MONUMENTO A GIUSEPPE GARIBALDI.
Homenaje de la comunidad italiana y reconocimiento al héroe de dos mundos, en la cumbre del cerro San Antonio, sitio de la batalla de referencia. Allí se yergue un monumento singular construido en piedra tallada y en estilo arquitectónico moderno-fascista.
A propósito de esta denominación -por el predominio de las características formales de su concepción- durante el período previo a la segunda guerra mundial algunos sectores partidarios de alineaciones políticas internacionales quisieron apropiársele como bastión de su ideario autocrático, pero la agrupación “Italia Líbera” -atenta a estas manipulaciones supo defender los propósitos nobles de su respetable concepción, rescatando para el recuerdo democrático, el homenaje a la cultura republicana de Garibaldi.
Hito trascendente en la cumbre de un entorno de la zona norte de huertas de la ciudad y encadenada con el itinerario de la costa, el monumento a Garibaldi se coloca contundente en forma admirable con la topografía del lugar, resultando objeto de una visita obligatoria para todo peregrino que se aproxima a la ciudad desde su periferia norte, pues su presencia se advierte desde la lejanía como un jalón referente de la historia local.
EL OBELISCO A RODÓ
Hacia el año 1922, cinco años después del fallecimiento de José Enrique Rodó el eminente escritor, filósofo y pensador uruguayo, la agrupación política colorada del Riverismo, apoyada por el pueblo Salteño, decide la erección de un monumento conmemorativo en homenaje a su memoria en la intersección de la Av. Alberdi (Av. Batlle) y la calle Libertad.
Es indudable que la elección del emplazamiento estuvo condicionada por el punto estratégico de entrada de la ciudad que el sitio ostentaba en su momento, pues su presencia marcó el kilómetro cero de la Ciudad en el comienzo de la ruta estructural (ruta 31) del departamento que vincula la capital salteña con su territorio y las poblaciones de la campaña.
Se trata de un símbolo urbano localizado estratégicamente por el planificador dentro del tejido de la ciudad, en sus límites imprecisos, donde el medio rural se manifestaba como corredor de quintas en una avenida jerarquizada.
Para ello se encargó a los hermanos Edmundo y Eriberto Prati el proyecto de un obelisco con un busto en bajo relieve del pensador. Paralelamente se inició una colecta pública que financiara su costo y como ésta no fuera suficiente para cubrirlos, del correspondiente saldo se hizo cargo un correligionario, hacendado salteño, el Dr. César Gutiérrez.
En el aniversario de la muerte de Rodó el 2 de mayo de 1923 se inauguraron las obras con una concurrencia de muchedumbres importantes, antecedidas por diversos actos, mientras que en forma simultánea se denominó a la calle Libertad con el nombre de Av. Rodó. El obelisco de basamento y fuste de piedra de granito lucía rodeado en esa oportunidad, con un cuadrilátero de pilastras también de granito enmarcado por cadenas de protección, que por ensanches desafortunados de la rotonda circunvalatoria, este elemento de realce fue retirado.
El monumento fue el primer homenaje de esta naturaleza dedicado a Rodó en el Uruguay.
RESIDENCIAS SOLARIEGAS
En el caso de Salto, una sociedad muy particular, con una clase social de recursos económicos y disponibilidades suficientes, hacia fines del siglo XIX y principios del XX, construyó residencias de fin de semana en terrenos apartados del perímetro de la ciudad en zonas propias destinadas a quintas y huertos.
Con la apropiación de espacios físicos y sociales diferentes, orientados al ocio y al esparcimiento, se materializaron en este escenario particular, villas solariegas de fin de semana, inspiradas en las conocidas villas Palladianas, pertenecientes a familias patricias con residencia urbana permanente, que mediante esta alternativa mantuvieron otro tipo de vida vinculada en forma directa con la naturaleza y generaron un tipo de esparcimiento de fin de semana original.
De esta forma es posible observar importantes edificaciones, hoy transformadas y destinadas a usos diversos, que siguen el patrón disperso de los alrededores de la ciudad, pero que son claramente identificables.
Es necesario “descubrirlas” mediante un desenmascaramiento que permita su apreciación por debajo de las intervenciones que -en forma sucesiva- se les ha ido aplicando.
Se destacan: Casa de los Quiroga (Casa quinta, hoy Museo Horacio Quiroga), Villa Sara en Avenida Paraguay (Liceo plan piloto Nº 2), Residencia de Av. Viera, 6 de Abril e Invernizzi, Villa Pepita, Villa Aurora (Canal 8), casa de Pascual Harriague, etc.
No obstante, su dispersión en los alrededores o suburbios urbanos, se distinguen claramente las que existen en torno a la Av. Rodó en forma de un corredor singular.
EL “CORREDOR DE LA AV. RODÓ”
Se trata de un hermoso paseo o “Boulevard” de doble vía circulatoria, con canteros centrales diseñados al estilo de la “Belle Epoque”, adornados con muretes y jardineras en hemiciclos de piedra tallada y rematados con ladrillos de prensa. Anteriormente se llamaba calle Libertad y por ella circulaba una derivación del tranvía que se apartaba del recorrido y se dirigía al hipódromo, vía circulatoria apropiada para transportar a los usuarios de las instalaciones de la agrupación rural “Agropecuaria” y Jockey club.
Las palmeras Washigtonias que por su crecido porte evidencian la edad avanzada que poseen, se ordenan en estos canteros y le proporcionan un efecto escenográfico en la perspectiva frontal de la avenida, dotando al espacio de un sentido axial de profundidad casi barroco.
Contornos de huertas y quintas transformados en sitio propicio para el emplazamiento de villas de fin de semana son dispuestos en forma enfrentada a esta importante avenida.
La particularidad de este caso es el agrupamiento ordenado que conforman las construcciones en función de la vía circulatoria y la notoria coherencia en su tratamiento, no obstante las diferencias manifiestas en los estilos expresivos de cada unidad.
Muchas de esas arquitecturas representan la misma imagen ecléctica, según diseños clásicos, art nouveau, deco y hasta reminiscencias del movimiento moderno. Existen también aquellas que guardan todo un riguroso orden “inglés” con cubiertas muy inclinadas. En general casi todas poseen cubiertas livianas de chapas, con galerías abiertas y en muchos casos construcciones anexas propias de apoyaturas de servicio o depósitos de enseres de uso agrícola para la huerta familiar.
Se desprende de las mismas un esfuerzo notorio por la definición de los límites del predio a través de rejas, pilastras en portada de diferentes formalizaciones, cercas, portones, etc., de acentuado costo material que refleja más la prosperidad del momento, que la búsqueda de seguridad.
La presencia de árboles frutales le acentúa el carácter de vivienda de fin de semana mientras que el jardín engalanado con rasgos chispeantes le otorga una estampa de gracia singular.
Se resalta la existencia de estos hechos, pues revelan la intención por caracterizar un área del territorio de transición urbana con un mojón definidor (obelisco), principio de contundencia, cuya presencia notoria a manera de puerta de la ciudad ordena desde la lejanía el comienzo de la urbanización.
Se trata de la búsqueda de esos espacios intermedios de transición, donde las escalas de concentración y densidad urbana van escalonándose gradualmente para permitir un pasaje de transición hacia un panorama diferente del paisaje ciudadano.
Desafortunadamente en la actualidad, la fuerza de los desbordes de la ciudad y su presión de crecimiento desmesurado por necesidades de depósitos urbanos, está desplazando este corredor y transformando el aspecto de aquel entorno tan característico, alegre y festivo en una mezcla heterogénea de depósitos y galpones abandonado a la mediocridad.
EXPANSIÓN Y CRECIMIENTO
En la historia del desarrollo urbano de Salto, tres focalidades convocantes fueron determinando el crecimiento de la ciudad más allá de los límites físicos determinados por su orografía y los arroyos Sauzal y Ceibal. Hacia el norte los astilleros configurados en un centro industrial proveedor de empleo especializado, atrajeron multitudes de obreros y personal apto para cubrir lugares de trabajo, a la vez vivienda cercana para sus familias (Pueblo Nuevo o Cerro). Hacia el sur los saladeros y curtiembres también ejercían su atracción para el crecimiento de la ciudad (Barrio Saladero, Salto nuevo y Ceibal).
Otra 3er. fuerza de estructuración urbana y desarrollo, fue la línea de “la Cuchilla”, la parte alta de la ciudad iniciada en el puerto y dirigida al este hasta la plaza de las Carretas (Plaza de Deportes). Se trataba del nodo vínculo con los accesos de la producción y de las rutas de conexión con el territorio rural lejano.
Con la creación de la estación Midland del ferrocarril esta zona (Este) significó una centralidad de ligadura con la capital, Montevideo.
Estas consideraciones nos permiten hablar de elementos componentes de la ciudad imprescindibles si es que se está pensando en un orden urbanístico en correspondencia con el medio natural: los Parques y el Bosque urbano.
El vegetal contenido en el espacio de la ciudad es particularmente necesario en Salto. El planificador siempre lo entendió así y desde el comienzo se previeron espacios destinados a plazas donde básicamente se trataba de sectores del amanzanado libre de edificación para poder incluir el elemento vegetal. La sombra, el abrigo y la calidad del aire urbano se mejoran sustancialmente con tales elementos y para el caso de nuestra ciudad contamos con varias plazas, muchas calles arboladas y dos parques urbanos maravillosos que están inmersos en el medio urbanizado y actúan de verdaderos “pulmones” activos y funcionales desde la perspectiva de lo recreativo y del esparcimiento:
EL PARQUE SOLARI Y EL PARQUE HARRIAGUE.
Afortunadamente se cuenta con mucha información y documentación acerca de ambos, que los hace familiares y conocidos por el uso que la población realiza de ellos para su beneficio, pero preferimos dejar para otra entrega -en términos de esbozo- y que tiene que ver con una propuesta futura para la ciudad, relacionado con los cauces que ambos contienen; el Sauzal y el Ceibal, y los posibles parques lineales que los pudieran vincular con el río Uruguay.
Por el momento se destaca el valor inmenso que tuvo la donación por parte del Sr. Benito Solari de su propiedad organizada, diseñada, ornamentada y ejecutada como parque según los modelos franceses que lideraban esa época, puesta a disposición de la ciudadanía para su disfrute desde el año 1923. Don Benito Solari siendo Presidente del Consejo Departamental de Salto y también socio fundador de la Sociedad Italiana “Unione e Benevolenza”, a escaso tiempo de su fallecimiento, realiza este aporte extraordinario a la sociedad salteña y al enriquecimiento de la ciudad y desde aquella fecha un número incalculable de personas de todas las edades hizo uso de él para esparcimiento en paseos de conocimiento. Su lago, puente, caminos, empedrados, esculturas, glorieta y toda la variedad arbórea de vegetales, flores y demás elementos de la decorativa, forman parte del patrimonio real en el recuerdo de cada salteño o visitante que lo haya recorrido.
El parque Solari fue declarado Monumento Nacional desde 1983 y completado hacia fines del XX y comienzos del XXI con el aporte, en un sector superior, del jardín del paisajista Leandro Silva Delgado.
EL PAISAJE CULTURAL DEL CINTURÓN HORTIFRUTÍCOLA
El medio anillo territorial envolvente de la ciudad en el comienzo del área rural, que parte del río en las inmediaciones del Salto Chico, sigue por colonia Osimani y Llerena, pasa por colonia 18 de Julio, el matadero y se interna en la cuenca del Ceibal en el “Corralito” del río hasta el Daymán, se configura como “medialuna territorial”, una interfase Rur-Urbana vital, productiva que no puede catalogarse de plenamente rural, ni por la densidad de ocupación ni -sobre todo- por el diseño de plantaciones y laboreo de la tierra, pues no existió espacio alguno que pudo competir con su horizonte de atractivo paisajístico. Se le denominó como el cinturón horti-frutícola de quintas y chacras de la ciudad, en la categoría especial llamada por la Intendencia: Zona de Huertos.
Esta interfase se configura como una resultante territorial propia y específica para la ciudad de Salto, con sus características particulares y únicas.
Los inmigrantes europeos, fundamentalmente italianos y portugueses, introdujeron en Salto sus hábitos de trabajo y su mano de obra de conocimiento y experiencia. Los quehaceres de la labranza de la tierra fueron una función determinante que incorporó cambios de roles en la población rural, de tal manera que el cinturón horti-frutícola que comenzaba a circundar la ciudad fue el resultado territorial histórico de esta aplicación.
La nueva población inmigrante, acostumbrada a la agricultura en los pequeños espacios de hacienda y maestros en el arte del cultivo, extrajeron el mayor provecho de las escasas extensiones de tierra a las que pudieron acceder y en la cual supieron formular una ciencia de la labranza del primor o especialidades de frutos y hortalizas fuera de estación.
Cuando la tecnología de avanzada para la huerta permitió el cultivo “a cubierto”, dentro de los invernáculos, ellos ya lo habían experimentado muchos años antes.
Hasta el año 1970 era muy común observar en las chacras de los alrededores, un paisaje singular. La tecnología original para el cultivo de pimientos, tomates, ajíes, morrones,
zapallitos y demás productos de temporada estival, permitía obtenerlos en plena producción durante los meses del invierno.
Para ello, esta producción en contra temporada se realizaba en pequeñas “lomas” de tierra vegetal abonada y orientadas al norte, de manera de captar la escasa energía solar de ese período del año. Una cubierta inclinada protectora de quinchado de paja al sur, día a día –a modo de visera móvil y una vez que descendía el sol- era cerrada para proteger las pequeñas mudas vegetales de las heladas del invierno. Al iniciar la primavera los frutos estaban ya maduros y prontos para su embarque a mercados calificados y también para el
consumo local.Además de este original “quinchado” extendido por sectores ordenados en los predios, el paisaje de quintas y chacras se adornaba de otros elementos poco comunes en esta cultura local del aprovechamiento territorial.
Hileras interminables y paralelas, de rigurosa geometría, bordeada de canteros de verdes diversos, viñedos en bastones o parrales, filas rectas teñidas de color por diminutas constelaciones de frutillas rojas y organizaciones arbóreas en distribución geométrica, a similitud del orden de un modelo con sus curvas de nivel, se estructuró la geografía superficial de este territorio inmediato a la ciudad y una calidad de “dibujo” del suelo chacarero caracterizó siembra y cultivo de la tierra en un orden minucioso.
Esta huella singular de referencia entre la laboriosidad y conocimiento de los viejos inmigrantes italianos establece un vínculo estrecho en relación directa a la recreación transmutada del paisaje de la Toscana Italiana. El orden al servicio de un cultivo original y el concepto popular del mismo le imprimieron con justicia a este paisaje un título de Jardín de la alimentación.
Más tarde se aplicaron conocimientos acordes a la tecnología contemporánea. Con menos éxito en su expresión formal que el “Know how” predecesor, surgieron galpones de baja altura pero de dimensiones gigantes construidos con varejones de eucaliptus, membranas de plástico y mallas de media sombra. Tales obras permitieron mediante el riego artificial y un adecuado “suelo elevado” el cultivo en grandes extensiones a cubierto de los agentes atmosféricos y mediante la generación de un microclima apto para el desarrollo de las especies se obtuvieron las mismas primicias que aquellos precursores iniciaron con los quinchos de paja.
La tecnología de la ingeniería genética le proporcionó otras posibilidades de producción, con variedades de especies, escala y presentación.
En la actualidad la imagen agrícola de la micro-región en el cinturón hortícola de Salto se ha expandido en forma notoria. Se cuentan por decenas de miles de hectáreas las construcciones techadas para este tipo de cultivo y a pesar de la competencia de otras regiones, el rendimiento que se obtiene en los referidos establecimientos productivos, ayudado por el clima favorable, los abundantes días de sol anuales y el tipo de suelo, las calidades de producción no pueden ser superadas.
LA PRODUCCION CITRICOLA
Paralelamente al cultivo de primor se puede observar en la región una vocación frutícola especial para la producción de los citrus.
Naranjales propios de todas las cepas, limoneros, limas, pomelos, tangerinas, bergamotas, toronjas, mandarinas y un sinnúmero de combinaciones -hasta algunas variedades propias producidas en la región (naranja híbrida Malacchina)- han caracterizado al suelo salteño con el color anaranjado.
La industrialización ha permitido la generación en las diferentes escalas de la producción.
Ya hacia la primera mitad del siglo XX existía en la fuente Salto, sobre las inmediaciones del arroyo San Antonio, una industria que procesaba y envasaba agua mineral y gaseosas derivadas de jugos concentrados de citrus (Urreta) y dentro de la ciudad otra marca le competía (Frutisan). La primera aún hoy sigue elaborando los mismos productos bajo la firma de una cooperativa primero y una empresa después.
De los establecimientos señalados con el anglicismo de “Packings”, los citrus son lavados, procesados, encajonados, enfriados y exportados directamente hasta el supermercado del país más lejano en su propia marca particular.
Esta industria se complementa con la extracción de jugos concentrados para la producción de refrescos y gaseosas en todo el país y también para la exportación. La manufactura se selecciona y los excedentes y frutos de baja calidad se destinan en el procesamiento de raciones alimenticias de animales, como así mismo para el reciclado en compost y fertilizantes naturales.
Esta diversificación ha ampliado el universo frutícola productivo de Salto y una tendencia hacia el cultivo de durazneros, olivos, paltas y arándanos, también parecen transitar por senderos satisfactorios.
De las experiencias orientadas al envasado y conservas de otros productos, por el momento existen experiencias de escala artesanal que complementadas con la fabricación de dulces tienen un mercado local restringido, no obstante lo cual, se han constituido en una fuente de recursos en la escala de la economía doméstica.
Es de esperar que esta experiencia pueda transformarse en un advenimiento de la industrialización y envasado de vegetales que permitan un aprovechamiento mejor de la producción, la exportación y soluciones a las variaciones de precios por escasez de oferta o consumo.
La tradición italiana y la huella dejada por esta colectividad gravita notoriamente en la cultura local, destila un sello inobjetable, mientras su proceso fue aplicado por mixtura, simbiosis e integración, y se desconocen acciones concretas de desplazamiento en los aspectos concernientes a lo ilustrativo, a la formación artística, costumbrismos o cualquier crisis de orden cultural.
Fueron sí responsables de la generación de tipologías urbanas y arquitectónicas que mantuvieron usos y formas similares a los existentes en la gran península mediterránea y a la vez la mencionada característica del área adyacente a la ciudad, su “medialuna” cultivable con unidad propia, a manera de una intermediación entre campo y ciudad, entre paisaje rural y urbano, particularidad que no es común a otros ejemplos de centros poblados del Uruguay.
El inmigrante se asimiló a la nueva sociedad expresando sus preferencias que siempre fueron a favor, positivas y respetuosas hacia el medio que lo rodeaba, en acuerdo a sus demostrados conocimientos y tradición.
Este concepto nos permite afirmar que también aquellos elementos trasplantados de la arquitectura fueron objeto de adaptaciones que permiten hablar de una arquitectura local propia, de valores formales específicos, locales e identificables como tipologías nacidas en el proceso Republicano.
Se suele ser consciente del importantísimo aporte a la generación de una ciudad con características propias, auténticas, resultado de una mixtura cultural que ha identificado a Salto con su propia personalidad, valor destacable por el número de ejemplos notorios y anónimos que conforman su tejido urbano y rural.
Muchos de ellos tienen el aporte en su calidad de Monumento Histórico otorgado por la C.P.C.N., pero lo más reconocible sea quizás, en la recorrida urbana que realiza el ciudadano local, o el visitante ocasional y también el turista inadvertido, es el conjunto coherente de su patrimonio arquitectónico general, arquitectura auténtica, republicana, construida con el aporte migratorio de miles de allegados a este lejano sur del planeta con el objetivo noble de la búsqueda de un lugar para vivir y que no siempre es observado o valorado en su verdadera magnitud, testimonio mayor de un pasado reciente pleno de esplendor y legitimidad.