El furcio (quiero creer que fue eso) cometido por Lacalle Pou contando que había hablado con María Auxiliadora Delgado luego de asumir, o sea unos meses después de su fallecimiento me trajo recuerdos que, a diferencia de lo que normalmente desarrollo en este espacio, quiero, desde lo más íntimo compartir.
La conocí a fines del invierno de 1994, en plena campaña electoral hacia las elecciones presidenciales.
Yo estudiaba en Montevideo y militaba en la Corriente 78, los llamados “blancos de Nin” del recién fundado Encuentro Progresista y daba una mano, entre otras en cuestiones vinculadas a la logística que a veces me tenían de chofer o copiloto.
En algún momento de la campaña, alguien la presentó como “Mary, la compañera de Tabaré, durante esta caravana va con ustedes”, y a partir de entonces, cuando ocasionalmente acompañaba en las actividades políticas, compartíamos vehículo durante un rato, lo que era un momento propicio para ir conversando y comentando diferentes hechos.
Era una mujer amable con un trato muy cálido, pero muy reservada para la aparición pública. Cuando le preguntaban algo manifestaba que ella no era candidata, que el candidato era su marido. Esa forma de ser la llevó a que aún durante las dos presidencias de Tabaré mantuviera las costumbres de cualquier vecina o vecino, como hacer los mandados, barrer la vereda o ir a la peluquería del barrio.
Una mujer de profundas convicciones católicas y con una gran vocación cristiana de servicio y preocupación por los más débiles.
En una instancia, se arrimó a saludarla un hombre, estuvieron unos instantes conversando y luego comentó que se trataba de uno de los amigos de toda la vida de Tabaré, del barrio La Teja y del Club Arbolito, y que a ella le preocupaba como él y muchos uruguayos más tenían visibles problemas dentales, mayormente les faltaban algunas piezas y afirmaba que había que hacer algo por esa gente.
Por su forma de ser el comentario quedó en eso, probablemente ya estuviera, pero indudablemente siguió con el tema en la cabeza.
Más de 10 años después, con su marido Presidente de la República, planteó el problema y comenzó a organizar honorariamente el Programa de Salud Bucal gracias al cual miles de niños y niñas de diferentes escuelas, especialmente de contextos vulnerables y del medio rural contaron con atención de servicios odontológicos.
Niños y niñas que de otra forma difícilmente hubieran contado con acceso a la asistencia de los dentistas, a través un programa que además de la atención trabajaba la prevención y aspectos educativos.
Según algunas crónicas de aquel momento, había manifestado que hay que hacerlo “porque todos los niños tienen derecho a sonreír”.
Pero no se trataba solo de sonrisas, porque las dentaduras en buenas condiciones no solo permiten sonreír, también mejoran la masticación, que incide de manera directa en el correcto funcionamiento del sistema digestivo y por tanto es imprescindible para lograr una buena alimentación o son parte importante de la presentación de las personas en diferentes instancias, por ejemplo en la búsqueda laboral.
La última vez que la vi, fue en el 2017 en ocasión que la CTM de Salto Grande donó un consultorio odontológico móvil para el Programa de Salud Bucal, que ya no dirigía pero acompañaba. Otra CTM preocupada por otras cuestiones.
Su accionar, que produjo profundas transformaciones en la calidad de vida de niños y niñas, se hizo en silencio, sin muchas apariciones públicas.
Contrasta especialmente con la sistemática política de grandes anuncios desplegada en los últimos tiempos, desde puertos hasta inversiones inmobiliarias que iban a generar miles de puestos de trabajo en la región, pero que no logran ser más que titulares de prensa.
Se extrañan estas formas, que sin tantas proclamas producían cambios en la calidad de vida de los uruguayos.
María Auxiliadora, con sus discretas acciones logró transformar privilegios en derechos para miles de niñas y niños.
Arq. Rogelio Texeira
Director de obras I. de Salto (2005-2010); Delegado uruguayo ante CARU (2015-2020)