Leopoldo Jacinto Luque murió este lunes en Mendoza, luego de batallar durante semanas contra el coronavirus. La noticia conmueve al fútbol argentino, que despide a uno de sus primeros campeones mundiales: fue integrante de la selección que ganó el Mundial ’78 jugado en nuestro país. Tenía 71 años y estaba internado en la Clínica de Cuyo, de esa ciudad.
Un ser luminoso, un futbolista extraordinario
No hacía falta conocerlo demasiado a Leopoldo Jacinto Luque, bastaba con mirarlo a los ojos y escuchar la paz de su voz para comprender que en el mismo envase de ese goleador implacable había un ser luminoso. El bigote mexicano, el pelo largo y la fortaleza física convivieron siempre con el perfil de un hombre humilde, sin dobleces, un delantero extraordinario, de los más grandes que dio el fútbol argentino, que no sólo vivió del gol sino que supo retroceder y asociarse, generar huecos, llegar por los costados y asistir a sus compañeros por más que su hábitat natural haya sido la clásica zona de los número nueve.
Un nueve de raza, un purasangre, que supo reinventarse constantemente. Eso fue. Un luchador inclaudicable. Un campeón del mundo que se ganó el oro con gol, pero también con sangre, sudor y lágrimas, literalmente. Ese fue Leopoldo Jacinto Luque, un jugador adorado hasta por las redes, honradas por haber sido infladas con semejante vocación.
Fuente: La Nación