Este período de gobierno ya lleva transcurrido más de 50 meses, faltan poco mas de 5 para que las y los uruguayos decidamos el futuro del país. Este gobierno ha sido caracterizado desde el Frente Amplio y desde las organizaciones sociales como el “gobierno de la desigualdad y de la corrupción”. En una instancia parlamentaria, con presencia de ministros, afirmábamos: “Hemos venido de escándalo en escándalo político”, sin solución de continuidad como les gusta decir a algunos comentaristas deportivos. Cuando la opinión pública seguía el desarrollo de uno de estos escándalos, saltaba otro, entonces el anterior parecía pasar al olvido. En estos 40 años desde que el Uruguay recuperó la democracia, para encontrar otro período con tal grado de episodios de corrupción hay que remontarse al del 90-95 conducido por Lacalle padre.
Uno de estos casos que tomó dimensión nacional pero que no fue sorpresa para los que vivimos por esta zona del litoral norte, es el de Salto Grande. Clientelismo político del más grosero e indignante llevado adelante por la delegación uruguaya en la conducción de este organismo binacional. Esta delegación, integrada exclusivamente por representantes del gobierno estaba presidida en ese momento por Carlos Albisu, dirigente del Partido Nacional (PN) y hombre de confianza del presidente Lacalle. Se conoció que se realizaron decenas de designaciones directas sin concursos ni sorteos, siendo el criterio político partidario el único utilizado. Los elegidos, dirigentes, ediles y militantes del PN en su mayoría pero también los hubo del Partido Colorado.
Sin temor a equivocarse puede inferirse aquí que entre los motivos por los cuales se actuó de esta manera estuvo, además de favorecer a amigos y correligionarios, la intención de construir una plataforma política desde donde disputar el gobierno departamental. El dirigente nacionalista junto con su equipo, generosamente rentado con dinero público, intentó instalar una especie de “gobierno departamental paralelo”. De esta forma creyó poder demostrar ser más eficiente que el intendente Lima en cuanto a conseguir logros para Salto. Se lo veía también repartiendo recursos a diestra y siniestra entre organizaciones sociales, barriales, deportivas, educativas, etc, con tal grado de “desprendimiento y generosidad” que ruborizó hasta a sus propios compañeros. Al respecto, muy recordado es que el senador Botana del PN dijo que se creía “Papá Noel”. Si eso se lo dijo un senador de su partido nada, difícil será encontrar otra imagen más acertada para ilustrar su accionar.
Nosotros crecimos escuchando historias sobre un proyecto muy ambicioso para la región, se hablaba de la construcción de una represa sobre el rio Uruguay que generaría energía eléctrica pero sobre todo, que sería un enorme factor de desarrollo. Nos llegaron los ecos de un movimiento popular que se creó para impulsar este emprendimiento y que muchas veces llegaron hasta la capital para sensibilizar a las autoridades de gobierno y lograr su concreción. Los mayores de entonces nos hablaban de promesas por parte del gobierno en cuanto a que, construida la represa se generaría un gran parque industrial en la zona. Esto sería posible porque dispondríamos de energía muy barata. Nos ilusionábamos imaginando todo ese espacio que separa la ciudad de la represa, repleto de fábricas. Nos alertaban también con que habrían algunos “sacrificios”: La construcción de una obra de esas dimensiones y características inevitablemente implicaba por aquellos tiempos, la ocurrencia de accidentes que se llevarían algunas vidas humanas. Producto del lago que se generaría, importantes porciones de tierra serían invadidas. Los “sacrificios “llegaron”, pero fabricas ninguna, energía barata tampoco. Belén y Constitución fueron poblados profundamente afectados en aras del progreso. No solo por el desplazamiento de buena parte de sus pobladores. Desaparecieron tierras productivas, se perdieron muchísimos árboles nativos, desapareció el hábitat natural de muchas especies. La ruta que pasaba por los pueblos fue llevada a 13 km, más aislados quedaron entonces. Los belenenses recuerdan con nostalgias sus hermosas playas e islas perdidas para siempre. Aguas abajo de la represa también se perdieron playas y la erosión ha hecho estragos muy difícil de mitigar.
La deuda con la región es enorme aun. Estamos convencidos que finalmente la represa de Salto Grande puede y debe ser impulso importante para el desarrollo de esta zona. Los recursos generados son cuantiosos, mas de 360 millones de dólares anuales por lo menos. Tiene que ser posible desarrollar proyectos productivos que sean parte de una política con una visión global pero con anclaje local. Las inversiones no llegan fácilmente a 500 km del área metropolitana, por eso es fundamental la intervención estatal. El próximo gobierno FA tendrá que tener un énfasis especial en el desarrollo del interior, es necesario y las bases programáticas lo habilitan.
Daniel Dalmao.