¡Ojalá llueva! (Por el Arq. Rogelio Texeira)

La prolongada sequía y la imposibilidad de acceso a agua potable de calidad de la mitad los uruguayos son problemas que requieren de la atención de todos.

Los Gobiernos como administradores del Estado y responsables de las políticas públicas deberían trabajar para evitar estos momentos y estar preparados para actuar en el caso que los mismos aparezcan.

A fines de 2019, INUMET advirtió que teníamos un problema de seca que luego se prolongó en el tiempo, pero que llevó al recién instalado gobierno a decretar desde el MGAP la emergencia agropecuaria que se prorrogó hasta ahora.

En el caso del agua potable, responsabilidad de OSE, que por la misma razón sus reservas de agua se iban agotando de a poco, parecería que hubo algunas demoras en tomar conciencia y actuar al respecto.

Alguien podrá decir que es muy fácil criticar con el diario del lunes, pero está claro que algo pasó y en esto no me refiero a dejar en el limbo al proyecto de la represa de Casupá y prorrogar reiteradamente el financiamiento de la CAF ni tampoco al cuestionable proyecto Neptuno, sino al manejo y cuidado del agua disponible.

Alertar desde mucho antes acerca de las dificultades que se venían, con campañas de información, disminuyendo las pérdidas o incluso con algunas restricciones para su uso, o hasta empezando a mezclar con agua salobre antes pero en menores proporciones para evitar las actuales concentraciones de sal que hace de su consumo un problema, por el gusto pero especialmente por el daño en la salud de miles de compatriotas.

Seguramente, el Directorio de OSE no estuvo a la altura de las circunstancias y deberán dar explicaciones, pero no es el objetivo de esta columna.

La prolongada seca hace visible algunos temas y genera la oportunidad de discutirlos.

La lluvia no viene perfectamente distribuida en el tiempo y probablemente no existe el año promedio, pero en nuestro país llueven unos 1200mm por año, 1,20m de agua.

El agua es necesaria para la vida, para el consumo humano, pero también para la producción y el desarrollo económico.

Es necesario contar con reservas de agua para usar cuando las lluvias no acompañan. Seguramente eso pensaron quienes invirtieron inteligencia y dinero en las represas que como la de Paso Severino tiene OSE como reserva de agua para potabilizar, quienes concretaron sistemas de riego como el de Calagua, en Bella Unión o el que hizo ANCAP en El Espinillar, o los tajamares que se hacen para la producción agrícola, o los cientos de pozos que usan los productores del cinturón hortifrutícola de Salto.

Podríamos simplificar en que Uruguay genera divisas a partir de agua natural y de calidad. Agua transformada en bienes como carne, lácteos, celulosa, granos, etc. o energía eléctrica, pero también en turismo, donde lo más cotizado es sol y playas con agua limpia y luego el agua termal.

Si no cuidamos ese recurso tendremos más problemas. El agua de mala calidad no sirve para el riego ni para el turismo y puede tener dificultades en su potabilización.

Debemos proteger la calidad de agua en todas sus fuentes (fluviales, lacustres, marítimas y acuíferos subterráneos).

Esto obliga a ordenar el territorio, pensar las posibilidades de cada lugar y desarrollarlos de forma tal que entre otras cuestiones no comprometan la calidad de agua. Implica cuidar mucho la calidad ambiental y abolir usos perversos como la modificación y ocupación de los bordes costeros, el vertido de efluentes sin tratamiento, el mal uso de agroquímicos o prácticas que erosionan suelo en la agricultura, los vertederos a cielo abierto y la expansión urbana sin necesidad y en cualquier dirección.

Es evidente que tendremos que volver a invertir inteligencia y dinero para desarrollar infraestructura que nos permita contar con agua en los momentos que hace falta.

Ojalá llueva, pero no deja de ser vergonzoso que en pleno siglo XXI estemos esperando de la lluvia para solucionar los problemas.

Arq. Rogelio Texeira

Director de obras I. de Salto (2005-2010); Delegado uruguayo ante CARU (2015-2020)

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