El aumento de la desigualdad, el empobrecimiento, la inseguridad de las clases trabajadoras, a consecuencias de décadas de penuria social provocada por el neoliberalismo, cuestionan la legitimidad del Estado para resolver los angustiantes problemas de la sociedad, logrando muchas veces desestabilizar los sistemas políticos nacionales, poniendo en peligro el control de las élites y dan impulso al surgimiento de una derecha neofascista. Los conflictos de Ucrania y Gaza, sumados a la tensa relación entre Washington y Beijing, están acelerando la violenta ruptura del sistema internacional.
El nivel de desigualdad en todo el mundo no tiene precedentes. El 1 % de la humanidad tiene el 52 % de la riqueza del mundo y el 20 % de la humanidad acumula el 95 %, mientras que el 80 % restante tiene que conformarse con sólo el 5 % de esa riqueza. Miles de millones de personas no pueden sobrevivir a medida que se extiende la desintegración social. Regiones y países enteros están colapsando. Millones más enfrentan continuos desplazamientos por conflictos, cambio climático, colapso económico y persecución política, étnica y religiosa.
Estructuralmente la crisis del capitalismo es de sobreacumulación. El estancamiento económico ejerce una presión creciente sobre los agentes empresariales, políticos y militares del capital trasnacional para que encuentren de manera violenta espacios de acumulación. Un ejemplo trágico del destino del excedente de humanidad es el genocidio que perpetra Israel contra el pueblo Palestino. Los trabajadores de Gaza dejaron de servir como mano de obra barata para la economía israelí cuando se impuso el bloqueo en 2007 y el territorio se convirtió en un gran campo de concentración. Sin ninguna utilidad para el capital israelí y trasnacional, los gazatíes obstaculizan la expansión capitalista global en Medio Oriente y son totalmente desechables.
Estos son algunos elementos que constituyen el trasfondo de la guerra de Gaza, que permiten comprender cómo la coyuntura histórica mundial de globalización y crisis puede activar el siempre latente potencial de exterminio del capital. Gaza y otros espacios similares alrededor del mundo deben ser despejados para la expansión capitalista. Gaza es un ejemplo del destino que les espera a los pueblos a medida que el orden global se endurece hasta convertirse en formas de dominación cada vez más violentas, en una nueva etapa radical en las modalidades de control de la clase dominante, la creación de nuevas geografías de contención y exterminio generalizada de poblaciones pobres que se interponen a la apropiación y expansión capitalista transnacional. Gaza es una manifestación de la expansión capitalista, más de 39.000 personas asesinadas y más de 90.000 heridas. No hay agua, ni comida, ni electricidad. Y las enfermedades se multiplican ante la indiferencia de la comunidad internacional. 39.363 personas asesinadas, según los últimos datos proporcionados por el Ministerio de Salud de Gaza. Más de 90.000 heridos y miles de desaparecidos. Israel, en su afán expansionista, ha convertido a Gaza en un infierno.
Téc. Univ. Gustavo Chiriff / 1001 – Frente Amplio