Foto: Gentileza Por Decir Algo
Los remeros celestes hicieron hablar a Uruguay de remo por varias jornadas, un logró que se suma a su sexto puesto y el diploma olímpico.
El trabajo paga, tarde o temprano lo hace y siempre que uno apuesta a dar el máximo en lo suyo, va logrando cumplir pequeñas metas, que con el tiempo se van transformando en grandes objetivos.
Así encaró el remo el proceso de trabajo hace muchos años y bajo la presidencia de Fernando Ucha en la Federación, logró volver a poner a Uruguay en un sitial de privilegio.
Los pasos fueron cortos pero firmes, el proceso se inició en las bases y así fue como, con paciencia, se llegó a conformar esta dupla de Bruno Cetraro y Felipe Klüver para competir en la categoría doble par ligero del remo.
Klüver, es un mercedario de 21 años, bonachón, afable, siempre dispuesto y con la convicción de perseguir el sueño olímpico al punto que pausó su carrera en el Instituto Superior de Educación Física, charla mediante con su familia, para dedicarse a pleno a su deporte y llegar a la máxima cita deportiva a tope.
Cetraro, montevideano de 23, es pura pasión, una bomba de potencia dentro del bote, la garra representada en un remero convencido de lo que quiere y que cuando se le negó la chance de llegar a Río de Janeiro 2016 junto a Rodolfo Collazo, redobló esfuerzos para que Tokio fuera su momento.
El esfuerzo paga y tras pasar por durísimas preparaciones, entrenamientos con aguas a temperaturas que harían tiritar a un pingüino, obstáculos de todo tipo, Borchi, su entrenador, los amalgamó para conformar una dupla llamada para grandes cosas.
Avisaron lo que se venía en el Preolímpico de marzo pasado, donde además fueron campeones sudamericanos al ganar una medalla de oro con un remate propio del estilo que fueron acuñando, al punto que el relator norteño encargado de la transmisión expresó: “Uruguay, el elemento sorpresa”.
Pero lejos de conformarse con el oro, lo primero que dijeron fue, ahora hay que trabajar el doble para llegar a Tokio “a competir de igual a igual”, con una persistencia propia de esos que quieren hacer historia.
Cuento japonés
El esfuerzo paga y para llegar a Japón pasaron por un campo de entrenamiento en la altura de México y luego una estadía en la ciudad de Tuy, España, una segunda casa que forjó el remo celeste donde dieron el tono final.
Allí Cetraro se enteró que fue elegido como el abanderado olímpico, siguiendo los pasos de otros grandes como Rodolfo Collazo o Jesús Posse. Ya comenzaba a cobrar misticismo su desembarco en Tokio.
Pero estaba prohibido desenfocarse, la meta era clara y las ganas explotaban en el corazón. Así fue que, tras su ingreso a la Villa Olímpica, Borchi se encargó de decirles que estaban para grandes cosas.
El debut en la serie no fue tan auspicioso como hubieran querido, pero la convicción era clara para lo que venía por delante: “fuimos al repechaje convencidos, hicimos una mejor labor y eso nos llevó a las semifinales”, contaba Klüver.
En las semifinales llegó una regata para encuadrar de los celestes, que los metió segundos y depositó a Uruguay en la final por las medallas, un logro solo superado por las preseas olímpicas que ya tiene el remo (cuatro) en su historial.
No se negocia
El esfuerzo paga y aquel camino que iniciaron hace tanto tiempo a puro sacrificio, horas invertidas y esfuerzos constantes en busca de cumplir un sueño, se transformó en una realidad.
“No te imaginás la cantidad de mensajes que nos llegaron desde Uruguay, todos están apoyando, es algo increíble”, mencionó Cetraro sorprendido.
Un hecho cierto, nuestro país volvió a posar sus ojos por algunos días en uno de sus deportes de cabecera y la final olímpica del doble par ligero fue seguida casi sin excepción como pocas veces pasa.
Allí Cetraro y Klüver fueron sextos, un bote que fue de punto, que nadie del “mundillo top” de este deporte conocía y que nunca había participado de un Mundial con esta formación.
“Volvimos a ser el elemento sorpresa”, dijo Klüver, con una sonrisa en su rostro alguna hora después de salir del agua donde culminaron en la sexta ubicación mientras recibía las felicitaciones de sus pares reconociendo lo hecho y los abrazos de cuanto sudamericano hubiera en la vuelta.
“Esto recién comienza”, mencionó en tanto Cetraro: “apenas lleguemos a Uruguay tenemos que enfocarnos para comenzar el camino a París 2024 porque hay mucho por delante. Estamos felices con lo hecho, estar en la final es increíble, pero sabemos que podemos ir a más”.
“Hay muchos clubes en Uruguay que están dormidos y esperemos que con esta actuación se logren despertar. Los invitamos a sumarse, a recorrer el camino con nosotros porque en Japón demostramos que se puede”, dijo Borchi por su parte.
Los abrazos, el llanto emocionado, el aplauso de todos los uruguayos presentes en el Sea Forest Waterway y los brazos en alto sellaron el final de una jornada que será recordada por mucho tiempo.
Bruno Cetraro y Felipe Klüver paralizaron a un país, llegaron a la instancia más importante en su categoría (la final) y se quedaron con el diploma olímpico, ese que distingue a los ocho mejores en cada deporte.
“Te lo aseguro Andrés, el esfuerzo paga”, me dijo Borchi para chocar puños y partir con una sonrisa a comenzar a desarmar el bote, organizar la recuperación de sus pupilos y empezar a anotar la planificación para todo lo que viene por delante.
Fuente: FútbolUy