Aprovechando que mañana se cumple un nuevo aniversario de la declaración de Salto como ciudad, planteo algunas reflexiones en torno a algunas propuestas, que en el marco del ciclo electoral aparecen tendientes a recuperar supuestas glorias pasadas.
Como progresistas, apostamos a la construcción de un futuro compartido, sobre la base de una racionalidad integradora, más que a añorar un pasado que ya fue y nunca volverá, pero que muchas veces se ve con nostalgia y más amigable de lo que en realidad fue.
Construir futuro implica analizar y entender la realidad y trabajar sobre ella, con ideas y propuestas para transformarla, pero especialmente superar los anuncios y promesas con acciones concretas y permanentes en el marco de un plan.
Nuestra realidad marca que los temas del empleo y la pobreza son muy graves; según el INE, en marzo el desempleo implicaba 11,7%, el subempleo 15,27% y la informalidad 36,5% de la población económicamente activa; esto es que bastante más de 30.000 salteños sin acceso al empleo formal y en esto no se mide ni el tiempo de permanencia en el trabajo ni los niveles salariales.
La primera consecuencia se manifiesta en las estadísticas del INE. Publicó para Salto en 2023, que 14,7%, unas veinte mil personas viven en situación de pobreza o indigencia, con un destaque muy importante en los menores de edad donde alcanza 22,48%, casi uno de cada cuatro niños, niñas y adolescentes. Según el Ec. Núñez Villarino “por cada adulto mayor pobre hay 10 niños menores de 6 años pobre”. Una vergüenza.
Es importante hacer notar, que el INE mide la pobreza solamente en términos de ingresos y no incluye otras dimensiones como las condiciones de la vivienda, el acceso a salud, educación, etc. que son más permanentes y difíciles de superar.
Cada vez vemos más compatriotas revolviendo la basura en busca de comida o durmiendo en la calle, Es muy indignante, parafraseando a Wilson Ferreira se podría decir que si no somos capaces de asegurarles una vida digna y decorosa a un poco más de cien mil salteños, somos unos criminales.
Estos problemas no solo aquejan a quienes los padecen, sino que afectan a toda la sociedad, desde el pequeño comerciante que deja de vender porque no hay plata, a los productores o industriales que ven que sus productos ya no se consumen en los niveles que esperan, hasta al fisco que recauda menos, pasando por la educación, muy visible en la deserción y rezago estudiantil. Torna más violentas las relaciones interpersonales y genera una sociedad más excluyente que expulsa a las personas de los circuitos formales.
Son datos de la realidad, sobre los que hay que trabajar, si no nos gustan para cambiarla.
Es necesario el crecimiento de la economía con distribución de la riqueza. Esos miles de salteños no pueden esperar la utopía neoliberal de la torta que crece y derrama. Requieren de respuestas urgentes, hoy, ahora, ya.
Y la mejor forma de distribuir es con trabajo de calidad, que pague buenos sueldos, sea formal y con carga horaria adecuada, tenga permanencia en el tiempo y se realice en buenas condiciones.
Trabajemos en construir políticas que apuesten al desarrollo con cuidado ambiental a partir de las ventajas que tiene Salto, por la cultura y capacidad de trabajar y producir, pero también de innovar y adaptarse a los cambios de los salteños, sumado a la ubicación geográfica, el microclima, los tipos de suelos, los paisajes o las aguas termales.
Desarrollemos mecanismos para mejorar la comercialización y agregar valor a lo que ya producimos como frutas, hortalizas, citrus, carne, lana, leche o incluso al turismo; incorporando conocimiento científico y desarrollo tecnológico. También pensar en el desarrollo de biotecnología, de industria farmacéutica o de transformación manufacturera, donde la electrónica, la mecatrónica o la robótica permiten producir y distribuir riquezas cuidando el ambiente.
Se trata de modificar la realidad para la construcción de un Salto integrado, de un futuro compartido en el que todos y cada uno de los salteños y salteñas tengan oportunidades de desarrollar una vida digna.
En definitiva, la respuesta al desafío es en clave progresista.
Arq. Rogelio Texeira.