El Instituto Nacional de Estadísticas, publicó la estimación del nivel de pobreza e indigencia para el año 2023 y aunque faltan publicar más datos para profundizar los análisis y saber con mayor exactitud, por ejemplo los resultados por departamento, este primer informe merece algunas reflexiones porque prende algunas alertas y confirma lo que vemos todos los días.
El estudio es unidimensional, mide los ingresos monetarios en los hogares, no incluye otras variables como por ejemplo las condiciones de la vivienda, la educación, la formalidad del trabajo, etc.
Para la estadística, un hogar pobre, para el interior urbano es aquel en el que en diciembre las personas del mismo ganaban cada una menos de $12.908.
En Uruguay, hoy el 7% de los hogares, equivalente al 10,1% de las personas, están bajo la línea de pobreza y dos cada mil bajo la línea de indigencia. Esto significa que en Uruguay tenemos más de 350.000 compatriotas que son pobres o indigentes.
Salto, Artigas, Rivera y Cerro Largo son los departamentos en peores condiciones. Situación similar tienen algunas zonas de Montevideo, pero con niveles de ingreso mayores requeridos para superar la pobreza que en el Interior.
Sin dudas que en los números de Salto incide la situación de diferencia de precios con Argentina durante el 2023, pero también los altos números de desocupación e informalidad y la casi nula inversión pública del gobierno nacional a pesar de la política de grandes anuncios desplegada en los últimos años.
Los datos generales se agravan notoriamente en hogares con jefaturas de mujeres y/o afro descendientes
Se destaca el contraste que existe según los diferentes grupos de edades. En niños, niñas y adolescentes, uno de cada 5 es pobre y en mayores de 65 años solamente el 2,2%.
También aumentó la desigualdad, entonces la riqueza se concentra en menos manos. Según un artículo de Búsqueda, si se compara datos de “antes de la pandemia y del cambio de gobierno, sí mostró un aumento estadísticamente relevante, lo mismo que la desigualdad estimada a través del índice de Gini”.
Demuestra que no todos los uruguayos tuvieron las mismas posibilidades de superar la crisis de la pandemia y que la pobreza no solo no retornó a los niveles previos, sino que se agravó notoriamente.
Los sectores pobres durante mucho tiempo van acumulando privaciones. En el caso de la primera infancia se traduce en una notoria disminución de las posibilidades de desarrollo físico e intelectual y en las personas adultas en las posibilidades de accesos a bienes y servicios, a veces básicos como pueden ser una vivienda, alimentación adecuada o medicamentos.
Estos datos, que espero no ser al único que no le gustan, permitirán establecer prioridades de las políticas públicas a un gobierno que quiera enfrentar este flagelo.
No se trata solo de seguir el principio artiguista “que los más infelices serán los más privilegiados”, sino de entender que para construir una sociedad democrática debe existir un mínimo de igualdad. Una sociedad desigual y con personas que no pueden, por diferentes razones alcanzar condiciones de vida digna, además de injusta, será siempre una sociedad violenta.
Está claro que si la pobreza se mantiene es porque los ingresos no aumentaron lo suficiente, y la clave será lograr que los integrantes de los hogares más vulnerables obtengan empleos de calidad y paralelamente aumentar algunas prestaciones sociales, como los cuidados y el acceso a una vivienda decorosa, que sin dudas impactarían muy fuertemente sobre la pobreza infantil.
Para ello será necesario modificar la matriz productiva, y en el caso de Salto trabajar a mediano y largo plazo para incorporar valor a nuestra producción, que permita mejores salarios y estabilidad laboral en el tiempo.
Este ciclo electoral nos trae la necesidad de, urnas mediante, optar por políticas de anuncios o de darnos la oportunidad al cambio con hechos.
Estemos atentos a propuestas que busquen superar la pobreza.
Arq. Rogelio Texeira
Director de obras I. de Salto (2005-2010); Delegado uruguayo ante CARU (2015-2020)
