A pesar de usted (Por el Téc. Univ. Gustavo Chiriff – PCU/Frente Amplio)

Brasil tiene presidente, Luis Ignacio “Lula” Da Silva, un extrabajador metalúrgico de 77 años y líder sindical, que viene de una niñez empobrecida en el nordeste brasileño, que llego a ser presidente del mayor país sudamericano del 2003 al 2011, el que logró sacar de la pobreza a 30 millones de brasileros y que viene ahora para recomponer las conquistas sociales que se perdieron en estos últimos años, hoy asume nuevamente con el compromiso más urgente de acabar con el hambre, como dijera.

Fue de las elecciones más reñidas en Brasil, donde Bolsonaro, su mujer y sus hijos, difundieron una serie de mentiras: que el comunismo estaba llegando, que el PT cerraría las iglesias, que Lula era un satánico, que obligaría a los niños y a las niñas a usar el mismo cuarto de baño en las escuelas, que les enseñaría a ser gays y otro montón de mentiras que calaron hondo en la población y llevo a un resultado muy ajustado.  Ante una economía en problemas, el avance del hambre y de la miseria, esos temas crearon cortinas de humo que inhibieron a mucha gente. El miedo fue decisivo para un sector grande de la población.

El gobierno hizo uso de toda la maquinaria a su alcance para impedir la victoria de Lula, pero aun así hoy la cuestiona. El Nordeste, la región con más votos para Lula, fue el campo de batalla. La Policía Rodoviária Federal recibió la orden de impedir que la gente llegase a los centros de votación: autobuses, coches, motos, todo era detenido y los pasajeros sufrían humillaciones. Aun así, no fue suficiente. La respuesta del Nordeste fue la esperada: victoria aplastante de Lula.

Fue la población más sufrida de Brasil, quien decidió la derrota de Bolsonaro. Fueron cuatro años, en los cuales los trabajadores perdieron derechos e ingresos, sufrieron de manera brutal los efectos de la acción gubernamental durante la pandemia, enormes colectivos fueron discriminados y perseguidos.

Hoy de la mano de Petro en Colombia, Boric en Chile y se suma Lula en Brasil, América Latina comienza a retomar nuevamente la senda de justicia social, de la mirada a los que menos tienen y dejar de beneficiar económicamente a una minoría que son los que amasan la fortuna que los trabajadores generan. Sobre todo, en Brasil, esas asimetrías entre ricos y pobres alcanzan grandes extremos y entre ellos están los pueblos indígenas, que tienen vínculos ancestrales colectivos con la tierra y los recursos naturales donde viven y desde los cuales han sido desplazados, llevados a la extrema pobreza.

“Nuestro compromiso más urgente es acabar con el hambre otra vezEl desafío es inmenso, es necesario reconstruir este país en todas sus dimensiones. Necesitamos reconstruir el alma de este país, el respeto a las diferencias y el amor al prójimo”

Gano Lula, pero una oscura nube se esconde detrás de la decisión del pueblo, la extrema derecha y el fascismo no están aceptando esta derrota, al igual que Trump en enero del 2021 en EE. UU, Bolsonaro busca en forma antidemocrática, deslegitimar la decisión del pueblo brasileño.

Por eso, como canta Chico Buarque: “Apesar de você, amanhã há de ser outro dia. Eu pergunto a você. Onde vai se esconder da enorme euforia?» (A pesar de usted, mañana será otro día. Yo quisiera saber ¿Dónde se va a esconder, de esa enorme alegría?).

 

Téc. Univ. Gustavo Chiriff – PCU/Frente Amplio

 

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