Origen azoriano de una familia salteña – (III). Por Andrés Brizolara Texeira

La inmigración masiva en el siglo XIX generó circunstancias particulares: aproximadamente la mitad de la población era extranjera. Los europeos emigraron en gran parte con sus familias y se instalaron mayormente en los centros poblados. Vemos en los registros de la Iglesia del Carmen que las primeras generaciones se casaban entre inmigrantes o hijos de inmigrantes de origen similar, vascos -franceses y españoles- con vascos, itálicos (no digo italianos, porque hasta 1861 no existía el Reino de Italia), etc. Fundaron clubes y asociaciones para congregarse y conservar sus tradiciones.

Diferencias entre la inmigración europea y portuguesa

La diferencia con los portugueses es que residían en el campo. No hubo casi contacto y por tanto, tampoco posibilidad de integración en las primeras generaciones de inmigrantes. Como se explicó en el artículo anterior, vivían como en una provincia del nuevo Imperio de Brasil y sus familias se conocían y vinculaban desde antes de venir al Uruguay. El territorio era uruguayo, pero la mayor parte de la propiedad de la tierra y sus pobladores eran brasileños, y por cierto, ciudadanos de la nación que había ejercido su dominio sobre la Banda Oriental durante 12 años. Naturalmente generó roces y conflictos con las autoridades. En teoría había policías y jueces, pero en la práctica -y eso perduraría hasta aún hasta entrado el siglo XX- cada uno era guardián de su propiedad y su vida por sus propios medios.

Frecuentemente la milicia pasaba a reclutar hombres para los múltiples conflictos que hubo en el Uruguay y confiscar caballos y vacas para sus provisiones. Los súbditos del Imperio de Brasil se sintieron despojados de hombres que necesitaban para el trabajo y cuidado de la estancia, expresaron ser víctimas de abusos “por policías y militares”, por confiscaciones de animales que consideraron excesivas y para un Estado con el que, obviamente, no se sentían identificados o integrados, y por el que tampoco se sentían, ni mucho menos protegidos.

Reclamos de los súbditos brasileños

En un documento de 1870, ante los múltiples reclamos de los súbditos brasileños en Uruguay, el vice-cónsul de Brasil remite una carta al Ministro de Relaciones Exteriores Manuel Herrera y Obes, firmada por  cuarenta y dos hacendados:

“Durante la paz éramos expoliados con exorbitantes multas, llevados algunos a la cárcel por no aceptar pagar estas multas vejatorias e injustas; nuestros ganados son tomados por los policías diciendo que no tienen dueño porque están a sólo dos cuadras de distancia. (…) Vino la guerra civil y no sólo nos arrebatan nuestros peones sino también nuestros bienes, y hasta nuestras vidas corren peligro. Si se limitaran a pedirnos ganado para sus fuerzas militares, lo daríamos, a cuenta del pago estipulado por el gobierno, pero no sólo no pagan sino que se llevan más de lo que piden, sin poder preguntarles qué pasó con el ganado que les sobró.(…) Las caballadas son arrebatadas de nuestros campos como si las estancias estuvieran abandonadas y no nos dan recibo. Si agregamos el destrozo hecho por las personas que deberían garantizar el buen orden, (esta situación) resultará en nuestra ruina. (…) Una cuarta parte (de lo que se llevan) es más que suficiente. (…) Estamos condenados a repelir con fuerza semejante atentado (con sus) fatales consecuencias o a abandonar nuestros bienes.” Termina diciendo que la mayoría de los firmantes prestaron servicio en la guerra entre Brasil y Uruguay[1] y últimamente la de Paraguay.

Un caso como ejemplo

Hay registros de múltiples excesos: Por ejemplo, uno de los firmantes del documento mencionado más arriba había sido acusado en 1854 de “complicidad en diversos robos y asesinatos”, fue “cruelmente tratado y herido, sus bienes embargados, con gran prejuicio para su familia” y “trasladado a Colonia”. Años más tarde el juez sólo había emitido sumario[2] justificándose por los problemas de falta de comunicación.

Parece difícil de creer que una persona que fuera comendador del Emperador Pedro I, que vendió sus campos en Brasil en 200.000 reis emigrando al Uruguay con su familia y ganado estuviera involucrado en “diversos robos y asesinatos”.

[1] Se refieren a la Guerra del Río de la Plata cuando Uruguay pidió apoyo a Brasil.

[2] “Historia da guerra do Brasil contra as Republicas do Uruguay e Paraguay” – año 1871- Francisco Felix Pereira da Costa

Integración social de los inmigrantes brasileños

En la segunda y más bien en la tercera generación se nota un intercambio más fluído con los centros poblados, que en muy pocos años crecieron en población y en desarrollo, motivando un desplazamiento de las familias del campo a las comodidades de la ciudad, perdiendo los vínculos con sus antepasados riograndenses.

Un ejemplo es el hijo menor de la familia del artículo anterior: Bernardino Texeira Nunes de Oliveira, se casó en Salto el 26 de julio de 1866 con Marcelina Pereira das Neves Dutra (él tenía 30 años y ella 14), también brasilera de origen azoriano flamenco[3] y fueron padres de 15 hijos, cuya descendencia permanece en gran parte hasta el día de hoy en la ciudad de Salto.

Hijos de Bernardino Texeira Nunes y Marcelina Pereira das Neves

Bernardino Texeira Nunes de (Souza) (Canguçu, RS, 20/5/1836 – 5/9/1895, Salto)  Oliveira Marcelina Pereira das Neves Dutra  (Povo Novo, RS, 23/3/1852 – desp.1912, Salto)

[3] Varias familias azorianas eran originarias de región de Flandes, hoy parte de Holanda y Bélgica.

 

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